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Los modelos civilizatorios conocidos hasta ahora, llámese capitalismo o socialismo le han negado la oportunidad al ser humano de poder vivir en justicia social, por el contrario, cuando ha creído estar cerca de realizar y ejecutar sus propios sueños, se encuentra nuevamente con la repetición de modelos que traen consigo la misma dominación y que se diferencian solamente por el cambio de nombres, dejando en la estructura social y económica, los privilegios de unos pocos y las necesidades de las inmensas mayorías de nuestras gentes. Si bien es cierto, que a veces se producen cambios, tienen el objetivo que como dijera Kléber Ramírez, “son cambios para que nada cambie”, pues en esencia es la misma dominación, el mismo poder de Estado y la misma burocracia parasitaria. Hoy podemos decir con absoluta propiedad, que los modelos capitalistas de producción, ni los llamados socialismos conocidos hasta ahora, han entendido la naturaleza humana y a nombre de la libertad, la democracia y la justicia social que nunca pusieron en práctica, han convertido a los seres humanos en simples partes de la maquina, en función de la producción. Producción, que en sus relaciones sociales y técnicas, dejan la misma explotación de la fuerza laboral de los trabajadores y donde la propiedad privada del Estado o individual es incólume. En estos sistemas económicos-sociales, en estos modos de producción, donde resulta que la fuerza de trabajo de los seres humanos es simplemente mercancía, la libertad carece de valor, porque de manera alienante, hombres y mujeres se encuentran bajo el control y el poder del Estado, además de abrogarse el derecho a negárselo para siempre, modelos que le atribuyen al ser humano una inclinación natural por la servidumbre y la esclavitud, que niega la solidaridad y la fraternidad, manteniendo las relaciones de privilegio para la clase política y económica en el poder y mucha miseria para las inmensas mayorías populares.