*Salud y Libertad

* Antes de ir al paredón: festejando la vida y a un paso de la muerte celebrando la libertad.

En estos andares de buscar un camino que muchas y muchos nos dejaron arados. En este momento donde lo que colma los corazones es un nudito atado en los mensajes del pasado, dedicamos esta editorial a las compañeras y compañeros de lucha que consideran que algunas hemos perdido la cabeza por declararnos fuera del chavismo “realmente existente”, por encontrarnos con las y los que están construyendo nuevos caminos desde la autonomía del pensamiento y la acción, y no tanto desde lo discursivo.

Entendemos la autonomía como la capacidad de un sujeto colectivo (trabajadoras, trabajadores, movimientos de mujeres, movimientos sexo- género-diversos, estudiantes, artistas, comunas, pueblos indígenas, campesinas, campesinos, etc.) de desarrollarse integralmente, organizarse y gobernarse por su propia cuenta, y bajo su propia dirección política. La práctica autónoma representa la disolución de lo político en lo social, es decir no separa el poder político de la sociedad (como ocurre en sociedades de Estado) sino que construye dicho poder desde el mismo entramado de relaciones y encuentros de los sujetos colectivos.

Las Comadres Púrpuras, nacimos como una iniciativa de diversas voces atormentadas con ganas de sumar colores pintorescos desde y en la política feminista. Una política que no busca dádivas del gobierno, siendo esto un mecanismo que muy bien han usado para silenciar los grandes atropellos que vivimos día a día y así propiciar subjetividades dependientes… porque: “una no le muerde la mano a quien le da de comer”. Hemos visto con tristeza e indignación como quizás la limitada zona de las creaciones, tildan a las expresiones disidentes de “escuálidas” siendo esto un adjetivo calificativo despectivo, un patrón de lenguaje utilizado por las políticas gubernamentales. El discurso consolidado de detestar lo que fuese y es distinto a ellos, que en un principio fue una mofa para alejarnos de los partidos de la oposición tradicional, pero cada vez más se deja ver el talante autoritario, represivo, sin posibilidad de negociar en materia de derechos humanos, que por ende mis estimadxs, rayaría en lo absurdo no denunciar, gritar e incluso arriesgar el pellejo por cambiar las condiciones de esta estructura opresora que se ha erigido para soslayarnos.

En diversos grupos existen los distintos matices y en nuestra práctica hay materialidad de ello. En nuestro seno confluyen infinitas voces, pero que se unen con el objetivo de hacer un frente contracultural ante tanto atropello. Antes de llamarnos “chavistas” o no, nos declaramos feministas, sororales, autónomas, de izquierda y libertarias. El chavismo fue movimiento cautivador, con potencialidades enormes, pero que no pudo garantizar su propio poder y autonomía como movimiento, y se dejó engullir por la institucionalidad, por lo más corrupto del poder constituido. De hecho su identidad se constituye desde un personaje que por más afecto que le podamos tener, no solo era un líder popular, sino también un jefe de Estado, un hombre de la política desde “arriba”, un Comandante en Jefe.

Una figura que se hizo poder desde un proyecto de Estado, incluso no está de más decir el obvio análisis del chavismo como movimiento identificado en una persona (Chávez) por lo que ha dependido más de las decisiones de ésta que de su misma identidad o práctica política. Por eso es tan difícil para el chavismo deslastrarse de un gobierno tan mafioso y autoritario como el de Nicolás Maduro, porque más de que contradiga nuestros principios políticos, se trata de la herencia de Chávez. Esta disyuntiva en la tradición del chavismo no hace más que ponerle obstáculo tras obstáculo al desarrollo de un movimiento popular autónomo. Incluso hasta para hacer una marcha hay que esperar que el PSUV diga cuándo y dónde, en ese sentido no compartimos ni comulgamos con una práctica política que aplaca, invisibiliza, silencia y finalmente sustituye a los movimientos sociales.

El chavismo siempre se consideró como una expresión solidaria y contestaría, pero paulatinamente fue absorbido y digerido por una reestructuración de los poderes estatales y económicos. Por más “bravío” que se ponga el chavismo, cuesta separar esta expresión de la institucionalidad, del apego afectivo y la lealtad aprehendida a la figura presidencial, es allí donde su autonomía se diluye y su eficacia es nula. Las causas de luchas viejas y nuevas, envejecen en los intentos de reuniones trasnochadas con algún vice-ministro, o en urgentes llamadas telefónicas del “alto gobierno”, que siguen manipulando una esperanza en “contradicciones internas”, en golpes de timones y sacudones tan gastados que ya ni sirven como agitación discursiva. Así han acabado con una bella expresión política (se puso cursi la comadre).

Muchas nos criamos en las rebeldes acciones de calle que llevaron a cabo los movimientos populares de aquel momento, no había “paco” que arremetiera sin pensarlo dos veces.

Pero ahora nos damos la vuelta y nos encontramos con que tanto la esfera gubernamental, como del chavismo, defienden y justifican la violencia de Estado y el fortalecimiento represivo de los cuerpos de seguridad. Este movimiento sin pulso en la calle fue un pasivo y amigable observador de la conformación de los peores núcleos de Comandos de Operaciones Especiales desde el año 2013 en adelante. Al igual que se dejó pasar como si nada una Ley Antiterrorista (2012) y la nueva ley Contra El Odio (2017), a través de las cuales encarcelan a quienes simplemente denuncian la descomunal crisis que vivimos. Sin chistar por un momento, a sabiendas que con estas instancias cualquier expresión del descontento sería minimizada. Hubo silencio absoluto, a sabiendas de la cantidad de personas inocentes asesinadas vilmente por el Estado en cada Operación de Liberación del Pueblo (OLP) o actualmente frente a la terrible represión de marchas de trabajadores. Terminaron consolidando lo que tanto rechazó el chavismo en sus inicios: se convirtieron en un aparato represor enemigo de la protesta popular.

Nadie se quiere bajar del “barco del socialismo del siglo XXI”, pues está bien, los esperamos en una isla, ciertamente no se empieza de cero, duele sí. Pero preferimos que duela que silenciar tanto autoritarismo, patrocinante de medidas conservadoras, puritanas que regulan desde lo más siniestro la condición humana de las y los que habitamos este territorio llamado Venezuela.

El movimiento popular arraigado en la identidad chavista se viene defendiendo en los pequeños pero utópicos espacios en donde han podido mantener su autonomía. Casos como la Comuna el Maizal se vuelven representativos de una tensión que no aguanta más. Creemos que necesitamos reconstruir nuestras identidades más profundas para poder salir con una estrategia coherente con nosotrxs mismxs, para poder superar esa tensión que está a punto de reventar.

Desde la más amplia diversidad de identidades de la historia del movimiento popular, pero también desde la más sólida autonomía, que no se negocia, como feministas no auspiciamos la guerra creada por los hombres que juegan al poder y en consonancia con su juego hacen que nos matemos las unas con las otras. Así funcionan los Estados, no jugamos en la acera de fortalecer estructuras que nos controlan la vida, estamos acá para acompañar, apoyar y construir células de trabajo político autónomas. Nuestra semilla está dada para ese trabajo y a muchas se nos irá la vida en ello. Si no podemos vivir de la utopía que no es servil, pues acaben ya con nuestros restos.

Seguiremos en la calle tumbando las subjetividades imperantes
Seguiremos gritando
No tendrán tantas cárceles para llenarla con las odiantes
Las Comadres Púrpuras


Publicado el 4 de junio de 2018

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