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¿Y los datos del poder popular?
Un sistema de datos sobre las necesidades populares que se hace centralizado, corre el mayor riesgo de ser ineficiente, de fracasar en su objetivo de suplirlas de manera racional y comprensiva, y desdice de la prédica retórica de estos años sobre la construcción de un poder popular, que cómo en otros ejercicios de organización territorial en el mundo, debería ser el que se encargara localmente de una política de registro de las necesidades. ¿Este poder popular no tiene un levantamiento de datos y necesidades de las familias, hombres y mujeres de su localidad?, ¿cual ha sido el trabajo y resultados de organismos de regulación institucional del mismo como Fundacomunal, las misiones, las bases de misiones, qué de las llamadas salas de batalla?, ¿no debería ser una continuidad de su trabajo, si lo hubo, el ordenar los datos existentes en estas políticas para mejorar así la penetración de las políticas sociales y asistenciales del gobierno?
Sabemos que el papel de Fundacomunal , las bases de misiones y las salas de batalla no fue ordenar nada, su trabajo fue controlar cualquier espontaneidad y auge de algo que pudiera llamarse poder popular o movimientos sociales. Para ello el chavismo desplegó una de sus mas vergonzosos destacamentos: el Frente Francisco de Miranda, especie de sindicato gubernamental de empleos para los que se requiere fingir un perfil de lealtad policiaca al poder y un afán sin método de control de los espacios que se les encarguen. Mas recientemente reformaron la estructura del PSUV en un intento de hacerlo mas eficiente en las tareas de control de sus propias bases creando los mal llamados “Comités de Luchas Populares” que no son mas que una instancia media de dirección del partido que sustituye al tristemente conocido cómo “Comité de los 13″ que era impuesto a dedo por el acuerdo de las fracciones y mafias1 regionales del partido y que ahora fueron impuestas electoralmente sin cambiar nada.
El estado beneficiario. De ciudadanos a ser un nombre en alguna lista
Istúriz, Ministro de las comunas nos dice que esta data se va a cruzar con las datas de comunidades, comunas y misiones ya existentes, pero nadie hace una evaluación medianamente crítica de un gobierno que emprende 100 veces la misma tarea con la misma suma de errores en el esfuerzo de conocer a la gente, y siempre opta por un mecanismo instrumental y tecnocrático. Creemos que la respuesta es sencilla: cualquier otro modo de conocernos y relacionarnos que no sea ponernos en una lista, nos daría un poco de poder y esa no es definitivamente la idea del gobierno.
Somos un nombre en alguna lista y las listas representan un valor de cambio en las relaciones de poder del estado-gobierno militar corporativo, según la lista y la data que manejes, tendrás poder y control. Obvio es que alguien arriba siempre piense que se necesita una lista más arrecha que las que ya existen.
Las lista es la concreción práctica del gobierno beneficiario, sustituye cualquier poder organizativo de la gente y es un signo de reducción radical de las prácticas de consulta y participación democrática en los procesos sociales que nos incumben. Nos reducen de ciudadanos a beneficiarios y esto en si mismo es un mecanismo muy eficiente y muy frontalmente autoritario de control.
Una violación a los derechos humanos
En toda la lucha universal por los derechos humanos y siempre desde la izquierda, se ha combatido la carnetización y el enlistamiento cómo una supresión de la libertad individual y una indirecta coacción al derecho de libre asociación. Por eso los organismos represivos de los estados han tenido que recurrir a métodos mas avanzados de vigilancia de sus ciudadanos, incluso ilegales, como los denunciados en EEUU por el famoso Snowden.
Aquí la lista es regla constante sin que nadie en la izquierda se oponga. Recordemos el intento en tiempos del Ministro Luis Alfonso Davila y luego de Tareck El Aisami de convertir la cédula de identidad venezolana en electrónica. Este carnet de la patria es esa cédula electrónica que no pudo ser implementada antes, sin que ningún poder de la polarización reaccione ante esta nuevo acción violatoria de los DDHH individuales y colectivos.
Un mecanismo de censo basado en la organización social de necesidades puntuales, cómo dijimos antes sería cambiar el rumbo de un estado-gobierno cuya piedra fundamental es el control de la renta petrolera y no la democracia.
La propaganda es ofensiva ante la crisis
La propaganda oficial es grosera y descarada: “si eres patriota ven a censarte”, “todos los patriotas deben sacar su carnet de la patria”. No se han dado en la publicidad y en sus vocerías el beneficio de promover al menos un mecanismo “necesario” de optimización de la distribución de la asistencia social, sino que usan, en medio de la terrible crisis económica inflacionaria y de precios que sufre la población, propaganda proselitista, presentando el censo y carnetización cómo un logro y un triunfo revolucionario al mas penoso y decadente estilo fascista. Aunque ya lejos de las esperanzas democráticas y protagónicas, las propias bases chavistas, desmoralizadas y golpeadas como cualquiera por la terrible inflación agradecerían un poco de retórica autocrítica.
Una solución lineal a una crisis compleja
No todas las realidades territoriales son iguales y las relaciones de poder establecidas en acuerdo con el estado en cada región son distintas, en casi todas ellas, la gente común tiene poco poder de incidir en las decisiones. Las mafias de poder e incluso el crimen organizado tiene mayor control que cualquiera. Eso agravará la derrota del Carnet de la Patria ya que el mecanismo anula la incidencia ciudadana.
Cuando se implementaron los CLAP dijimos que organizar a la gente para recibir el beneficio, sin permitirnos incidir sobre toda la cadena de adquisición y movilización de alimentos del estado es perpetuar el poder de las mafias que se han enriquecido con la importación y distribución de los mismos y agravaría la crisis en lo fundamental. Al menos todos los ciudadanos deberíamos tener la oportunidad de ver las compras, las autorizaciones de importación, los contratos, las deudas contraídas, la naturaleza y asociación de las empresas involucradas. Para poder al menos debatir desde la opinión pública sobre lo que sucede donde no decidimos. Pero esto, no será posible seguramente en este gobierno, ni el próximo
Dijimos: la llamada “guerra económica contra el pueblo” tiene sus principales operadores dentro del gobierno y la solución a la crisis inflacionaria es democrática. Pero esta idea no es percibida como una opción, primero porque para el gobierno en esta última década, la gente nunca estará lista para protagonizar nada y así se le entregó el gobierno a las mafias corporativas nacionales y transnacionales y segundo porque cualquier idea de participación real pone en peligro el modelo de gobernabilidad que están defendiendo.
No cobrarán electoralmente
No llamamos a no carnetizarse a nadie desde aquí, no es proporcional y sincero, la crisis es profunda, el gobierno es el que tiene la distribución posible de alimentos de baja calidad y los pobres necesitamos no morir de hambre. Nuestra condición actual es la de la indignidad. Pero ofrecemos nuestra reflexión colectiva al movimiento popular y anunciamos que al igual que al gafo y corrupto de Manuel Rosales no le sirvió la tarjeta “Mi Negra” para ganar las elecciones, ahora el carnet no servirá para cobrar electoralmente un carajo a los corruptos del chavismo.
Si el movimiento popular quiere caminar un camino distinto al que le propone el gobierno y la polarización, debe trabajar desde Abajo para garantizar su propia comida, sus propias escuelas, su propia economía, su propia soberanía práctica y territorial y su así su propia dignidad y libertad.
El camino es el de las comunidades
1. cuando decimos mafias, no lo usamos cómo adjetivo descalificatorio, sino para sustantivar y denunciar el cruce apareamiento ya definitivo y general, no de casos aislados, de la clase política con el crimen organizado a distintos niveles en Venezuela, tanto en el partido de gobierno como en las conformaciones opositoras, es decir lo que llamó el hermano José Quintero Weir, la pranización de la política.