Mamá, tengo hambre*

Ante la crisis alimentaria que vive el país, vemos con mucha preocupación consecuencias fatales como la inanición y muerte. Esta realidad se evidencia diariamente en la población venezolana, sobre todo los más pobres. Otras consecuencias del tipo psicoemocionales se manifiestan y causan estragos, sin embargo, pocas veces son identificadas, tales como: la ansiedad y la angustia, que suelen ser invisibilizadas, poco registradas e inclusive subvaloradas por los medios de comunicación y la sociedad en general.

Las madres, padres y representantes que tienen la responsabilidad de criar y alimentar a sus hijxs viven en una situación de ansiedad y angustia por la falta de alimentos y porque el sueldo no alcanza para comprar lo poco que existe en los anaqueles de supermercados. Las ferias de frutas, hortalizas y legumbres iniciaron el año con precios exorbitantes que conlleva a que cada vez más, restemos alimentos de nuestra lista, y nos empuja a hacer malabares decisionales como: “mejor no compro cebolla”, “si llevo una zanahoria, no llevo el ají”, “llevo cambur no, mejor mandarina, que está más barata”, etc, etc, etc. Los malabares decisionales no son opcionales. Son una realidad. Una estrategia que estrecha cada vez más la posibilidad de alimentarnos bien, tal y como nos exhortara en algún momento el Instituto Nacional de Nutrición (INN) con su campaña informativa El Trompo de los alimentos.

Mientras que en la penúltima semana de 2017 se necesitaban de Bs. 693.500 para comprar todas las verduras, en la actualidad se requiere de Bs. 991.500 bs, cifra que alarma a cualquier asalariada y asalariado, pues una gran parte de las y los venezolanos tienen un sueldo muy por debajo y ni hablar de quienes están desempladxs. Si a estos precios le sumamos que el kilo de queso llanero o merideño cuesta 280 mil, un cartón de huevos 250 mil y peor aún si le sumamos que para este jueves 11 de enero, los precios en el mercado Guaicaipuro para la carne de res oscilan entre Bs. 250.000 y Bs. 410.000 bs el kilo y el pollo aproximadamente en 200mil bs[1][A2] , saque usted la cuenta de cuánto cuesta la cesta básica en sólo los rubros que aquí se señalan, sin contar la pasta, el arroz y los granos.

Comer es una cuestión básica. No por sencilla, sino porque es una base

Es elemental para el desarrollo, para la vida de cualquier ser humano. Así se evidencia en la pirámide de Abraham Maslow psicólogo humanista que dio a conocer la jerarquía de las necesidades humanas. El psicólogo establece que el piso de la pirámide se constituye por las necesidades fisiológicas, que son de orden biológico y obviamente son vitales para la supervivencia. Dichas necesidades, que como su nombre lo indica son necesarias para la vida, son: respirar, beber agua, comer dormir, el sexo y el refugio. Para Maslow estas necesidades “son las más básicas en la jerarquía, ya que las demás necesidades son secundarias hasta que no se hayan cubierto las de este nivel”, las necesidades secundarias serían de seguridad básica, de afiliación, reconocimiento y de autorrealización siendo ésta la que se encuentra en la cúspide de la pirámide [2].

Más allá de que algunxs psicólogxs de corrientes distintas a la psicología humanista pudieran tener críticas a la teoría de Maslow, no es mentira, ni una banalidad, ni un capricho que el comer es una necesidad básica para poder realizar cualquier otra actividad, entiéndase trabajo, estudio, es decir: comer representa lo vital para poder hacer todo lo demás.

Por ende, el difícil acceso a la comida conlleva a que las madres, padres nos encontremos en una situación psicoemocional particular y difícil: la ansiedad y la angustia, Sí. Nos sentimos ansiosas/os y angustiadas/os de no tener para darle de comer a quienes dependen de nosotrxs, unos seres humanos que son importantes, realmente importantes. Fíjense que hablo de nuetrxs hijxs y ni siquiera hablo de la alimentación de nosotras como madres y padres, que también es elemental, pues si nosotrxs no nos alimentamos ¿cómo podremos realizar las demás actividades de la cotidianeidad? Y esto es un fenómeno palpable en Venezuela, madres y padres dejamos de comer, o comemos muy poco, para que nuestrxs hijxs se alimenten mejor. Esto es inaudito, genera malestar, rabia, indignación, tristeza, ansiedad y angustia.

Tengo la suerte de ser beneficiaria de la caja Clap, una estrategia, más bien una política pública populista que debemos agradecer. Y lo agradezco. Aunque muy en mis adentros me digo que no es cuestión de agradecimiento ya que el gobierno venezolano tiene el deber de garantizar la comida a su población: a toda la población, no a unos sí, a otros no, y a otros a veces. Aunque la cajita viene de México (no entiendo por qué enriquecemos a los empresarios de ese país) y la harina de maíz que trae es para hacer tortillas, la usamos para hacer arepas. Lo agradezco. Aunque muchas veces no tengo ni con qué rellenar esa arepa.

La ansiedad y angustia por no tener con qué darle de comer a nuestros hijxs, genera otro síntoma que se ha vuelto cotidiano: el insomnio.

Que por cierto pone en peligro a otra necesidad vital según Maslow: el sueño. ¡Y vaya que las perturbaciones del sueño traen consecuencias psicológicas!, tales como: disminución en la capacidad de atención, disminución de la capacidad de reacción ante estímulos, irritabilidad generalizada, trastornos de humor, deterioro de funciones cerebrales como la flexibilidad, la originalidad en el pensamiento y la perspicacia.

Vivo mi realidad y me regodeo en la ansiedad, en mi ansiedad de cómo alimentar a mi hijo, pero al conocer realidades más dramáticas, me doy cuenta del declive y la fatalidad en la que nos sumergen principalmente los líderes del gobierno y la contraparte opositora. Realidades más crudas te golpean la cara. Así me pasó revisando un portal en la web. Me conseguí con esta noticia [3]: Kenyerber Aquino Merchán, una criatura de 17 meses que murió de hambre en el mes de diciembre. Aunque nació sano y casi llegó a pesar 3 kilos, no pudo ser amamantado después de los tres meses, ya que su madre fue diagnosticada con Zika y tuvo que dejar de darle pecho. Entonces, comenzó a buscar las fórmulas de lactancia que no las encontraban o cuando las hallaban sus precios eran impagables, por lo que tuvieron que improvisar con lo que encontraban: teteros de crema de arroz o de harina de maíz mezclada con leche entera que no le aportaban los nutrientes necesarios.

De manera que cuando llegó a los 9 meses, Kenyerber estaba delgado, ensangrentado e inmóvil. Así lo halló su padre en la cuna un día y lo llevó de inmediato al Domingo Luciani: tenía desnutrición severa y en el hospital no había fórmula para alimentarlo, ni a él ni a los otros niños que llegaban en igual situación. Durante 8 meses sus padres lucharon, se sacrificaron, dejaron de comer –hacían entre una y dos comidas al día. La vida se nos ha convertido en una batalla por conseguir el alimento.

Ésta como otras realidades son invisibilizadas por los medios de comunicación oficialistas y cuando cualquier otro medio lo saca a luz pública, son banalizados y tildados con adjetivos calificativos despectivos para restar su importancia, al punto que también insinúan que son inventos, creaciones de la imaginación de alguien.

Otra noticia alarmante, según Susana Rafalli, representante de Cáritas de Venezuela una organización social de la iglesia católica[4] – la misma iglesia que bendijo a los “ñángaras”, es decir izquierdistas, en la juramentación de la ANC-, alrededor de 300.000 niños podrían morir por desnutrición en Venezuela. Unos 4,5 millones de venezolanos comen una vez al día y a veces cada dos días, dicen los especialistas. Y el 80% de los 30 millones de habitantes solo come dos veces al día. La cantidad y calidad de los alimentos ha bajado debido a la crónica escasez de los productos y la inflación. Cáritas atiende a la población más pobre y vulnerable de cuatro estados: Distrito Capital (Caracas), Vargas, Miranda y Zulia, cuyo déficit nutricional es de 70% y el 8% de los niños presenta una desnutrición grave. Y va a incorporar en su estudio 10 estados más.

Semanalmente mueren entre 5 y 6 niños por desnutrición La proyección de Susana Rafalli es que 280.000 niños pueden morirse por desnutrición. La desnutrición infantil es grave, este daño tanto físico como mental les acompañará toda su vida, es irreversible. El 33% de la población infantil ya presenta retardo en el crecimiento y por ende retardo en sus funciones mentales superiores: pensamiento, atención, memoria, e inteligencia.

Ante estas dos terribles noticias, me llena de curiosidad la respuesta que pudiera dar la presidenta de la ANC Delcy Rodríguez. Seguramente una respuesta cínica y maquiavélica como la que diera dentro de la campaña la Constituyente ¡Si va!, su frase célebre “nos moriremos de hambre pero aquí estaremos defendiendo la patria” [5], Esta frase nos retumba en el alma, en el pensamiento crítico, en la pirámide Maslow, en la lógica y hasta en el amor a nuestros hijxs. El llamado a pasar hambre para defender la patria, desde su incremento calórico, es decir su gordura, es más que una contradicción: es una aberración en sí misma. ¿Con qué fuerzas se podrá defender la patria si la ingesta alimenticia ha decaído considerablemente en los últimos tres años? Otra frase con la que cerró tal brillante enunciación fue: “porque cuando el clarín de la patria llama hasta el llanto de la madre calla”. ¿Con qué simpleza y cinismo se tergiversan estas últimas palabras? No lo sé. Pero, aunque me cause curiosidad su respuesta, no quiero seguir indagando, más aun si hay madres cuyos hijos han muerto de hambre.

Lo que sí sé es que el hambre o la posibilidad de su ocurrencia, que tus hijos tengan hambre o que su cumpla el llamado de Delcy puede desencadenar situaciones de anomia, es decir de irrespeto a cualquier ley, pues eres manejado por instintos básicos de supervivencia tal y como se observó en un video virilizado por las redes de una veintena de hombres atacando con piedras y machetes a un bovino, el robo de pavos, así como el incremento de mayor número de personas vendiendo y revendiendo comida, el bachaquerismo, las 386 protestas y 107 saqueos en 19 estados del país en los primeros 11 días del mes de enero de 2018[6], que a su vez ha traído muertos y heridos.

El hambre no puede ser banalizada.

Pasar hambre no puede ni debe ser una opción de lucha y de resistencia. El hambre es un grave problema de salud cuyas consecuencias ya fueron expuestas, por lo que debe ser materia de atención prioritaria para el gobierno nacional.

La tragedia es tal, que sin darme cuenta me olvido de la corrupción, mafias y demás males de este gobierno, y en un arranque de ingenuidad desesperada pido que por favor resuelvan el hambre. ¿Esta es la única alternativa?

En el fondo creo que el Gobierno no está interesado en resolver el problema alimentario, aparentemente se vale de la necesidad humana básica de la alimentación para manipular y chantajear, no es casualidad de que su política social bandera sea el C.L.A.P. Nos han llevado a esta cruel desesperanza. Hasta ahora he llegado a la siguiente conclusión:

Para poder reconstruir una sujeta política activa para enfrentar la crisis, debemos desechar todos los dogmas que nos han impuesto, que una milagrosa buena voluntad ilumine a nuestra clase política.

Por ahora solo confío en mi, las mías, nosotros.

* A propósito de que son las madres venezolanas que se encargan de resolver el problema de la comida en los hogares venezolanos.

[1] Ver http://efectococuyo.com/economia/el-mercadoguaicaipuro-empieza-2018-con-el-kilo-de-pollo-entero-a-bs-138-000.

[2] Ver https://psicologiaymente.net/psicologia/piramide-de-maslow

[3] Ver https://www.nytimes.com/es/interactive/venezuela-hambre-desnutricion-ninos-maduro/

[4] Una de las pocas organizaciones que realizan estudios que arrojan cifras reales, ya que el gobierno y ss instituciones como INE no publican estadísticas desde hace 4 años.

[5] Ver https://www.youtube.com/watch?v=ip9utC_CFaI

[6] http://efectococuyo.com/principales/386-protestas-y-107-saqueos-en-primeros-11-dias-del-2018-registra-el-ovcs


Publicado el 16 de enero de 2018

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