Transiciones justas para América Latina y el mundo


Vista del río Irirí en el estado de Pará, Brasil, en Abril de 2022 | Francesc Badia i Dalmases. Vía https://www.opendemocracy.net/

La visión del Pacto Ecosocial e Intercultural del Sur combina luchas y propuestas, críticas y alternativas para hacer frente a la profunda policrisis que atraviesa la región y el planeta en su conjunto

La plataforma buscó, desde sus orígenes, articular, amplificar y sistematizar experiencias locales diversas vinculadas al control comunitario, las autonomías territoriales, la soberanía alimentaria, la agroecología, las energías comunitarias y los ecofeminismos, entre varias otras luchas.

La construcción de la iniciativa fue motivada por la urgencia de dar respuestas a las diferentes crisis que atraviesa el mundo contemporáneo. Pero también por la necesidad de ofrecer alternativas, en clave latinoamericana, a propuestas de transición socioecológicas y Pactos Verdes que han emergido durante los últimos años.

Entendemos que, aunque hemos avanzado bastante en todos los continentes en diversas experiencias locales, los Pactos hegemónicos son insuficientes, cuando no problemáticos, dado que acaban por reproducir el statu quo y exacerbar las profundas asimetrías geopolíticas y las desigualdades Norte-Sur.

Han pasado más de dos años y la situación global ha empeorado. Estamos inmersos ahora en un contexto de guerra (la invasión de Rusia a Ucrania), que ha agravado la crisis energética y alimentaria, en el marco de la aceleración de la crisis climática. Además, la guerra ha contribuido a la exacerbación tanto de los extractivismos tradicionales, como de los nuevos extractivismos, asociados a las transiciones verdes hegemónicas.

Ante este tránsito que va de la extraordinaria coyuntura pandémica a la actual policrisis –una crisis multidimensional, con posibilidades de escalamiento y potenciación entre las mismas –, nos proponemos discutir tres temas.

En primer lugar, examinamos algunos rasgos centrales de los Pactos Verdes hegemónicos y nuestras principales críticas. Enseguida, discutimos la geopolítica de las transiciones ecosociales en clave de deuda ecológica. Y, finalmente, subrayamos propuestas y desafíos para avanzar en transiciones justas y en un horizonte de integralidad de la justicia socioambiental.

El Pacto Ecosocial del Sur ante los Pactos Verdes hegemónicos

Ante los datos ineludibles de un colapso sistémico, la transición energética ha sido asumida por amplios sectores corporativos y políticos alrededor del mundo. En su mayoría, ven la necesidad de reducir las emisiones de carbono, pero no cuestionan el actual metabolismo social del capital.

Sus discursos y programas de ´transición´ se basan en concepciones corporativas, tecnocráticas, neocoloniales e inclusive extractivistas, que no postulan transformaciones estructurales. Desde el Pacto Ecosocial del Sur cuestionamos estos enfoques, y planteamos la necesidad de enraizar la transformación socio-ecológica en una lógica de justicia global, que sea a la vez crítica y alternativa a las propuestas hegemónicas de transición ecosocial.

En los últimos años proliferaron una serie de propuestas de Green New Deal (GND) o Pactos Verdes. Éstos son diversos y heterogéneos, pero, en general, se han convertido en un marco de confluencia político-discursivo en el Norte global para reducir las emisiones de carbono y promover un crecimiento económico ´equitativo´ y supuestamente ´sostenible´.

La justicia climática suele estar en el centro de las agendas de esos Pactos Verdes, al destinar fondos de resarcimiento para comunidades que históricamente han sufrido impactos ambientales negativos. Pero con demasiada frecuencia, la justicia climática se detiene al borde del agua. En su afán por hacer una transición hacia las energías renovables, el Norte Global rara vez considera los impactos de esta transición en el Sur Global.

En el Norte Global, los GND reconocen la urgencia del cambio climático y la necesidad de combinar la justicia económica con la descarbonización. Hay que reconocer que son un avance frente a la ceguera desarrollista y los negacionismos. Pero incluso el Pacto Verde Europeo, sin duda el GND más ambicioso existente hasta ahora, no propone una transformación económica completa.

Presentado por primera vez en diciembre de 2019, la UE se comprometió a gastar hasta el 30% de su presupuesto a largo plazo para reducir las emisiones de carbono para 2030. Se trata de una apuesta que funciona como una especie de ´revolución pasiva´, tal como observa nuestro compañero Ulrich Brand, director de la Red de Investigación de América Latina de la Universidad de Viena: “Es un intento de las élites de cambiar la base de recursos de la economía, la base energética, sin cambiar la estructura de poder o la lógica dominante del crecimiento y la acumulación capitalista”.

A su vez, el caso del GND de los Estados Unidos es, en gran parte, aspiracional. Ha aparecido en forma de resolución no vinculante en el Congreso, pero no como una ley. Tal como nos recuerda nuestro compañero Edgardo Lander en debates internos del Pacto Ecosocial del Sur, en EEUU, si bien el tema del GND formó parte de la plataforma electoral de J. Biden, esta misma administración ya habilitó millones de hectáreas para la explotación petrolera offshore, entre otras cosas.

Por su parte, China, a pesar de su plan 2060, continúa con el uso masivo de carbón a pesar de ser el país con mayor índice de emisiones de CO2 del mundo. La propia Unión Europea, tras la emergencia de la Guerra de Ucrania y ante la imposibilidad de llegar al cero neto, ha llegado a definir al gas y la energía nuclear como “verdes”.

Si nos centramos en la dimensión más corporativa y político-estatal de estos Nuevos Pactos Verdes hegemónicos, necesitamos entenderlos desde las disputas locales, nacionales y regionales concretas, pero también a partir de una perspectiva más amplia de disputa geopolítica y de futuro. Frente al caos global actual, las incongruencias son visibles a muchos niveles. De hecho, los acontecimientos recientes han puesto en evidencia la incapacidad de los gobiernos de responder a los retos que plantean.

Además, buena parte de estas propuestas acabaron por reducir la transición ecosocial a la transición energética, tal como argumentan Svampa y Bertinat. Predomina así la visión de una transición energética corporativa, movilizada desde el Norte hacia el Sur global, visible en la continuidad de un modelo con la misma lógica de concentración y de negocios del régimen fosilista y que perpetúa el esquema vertical de intervención territorial, propia de los extractivismos depredatorios ya conocidos.

Un ejemplo de transición corporativa, que opera como “falsa solución”, es lo que sucede actualmente en el denominado “triángulo del litio” (norte de Argentina, Chile y Bolivia), donde asistimos a una reorganización del extractivismo en clave de transición verde para el Norte.

Otro ejemplo claro, muy bien documento en openDemocracy por Francesc Badia y Cristina Juliana, es la deforestación de la Amazonia ecuatoriana por la exportación masiva de madera de balsa utilizada para la construcción de las aspas de los aerogeneradores. Una vez más, un tipo de “solución verde” del Norte (apuesta por la energía eólica) hecha a expensas del Sur.

Desde el Pacto Ecosocial del Sur, nos parece fundamental denunciar esta nueva intensificación del extractivismo en nombre de la transición energética “verde” del Norte. Lo que los Pactos Verdes Hegemónicos llaman de “transición” representa más buen una “diversificación” de matriz energética.

Incluso en aquellos casos mejor intencionados en el Norte, con una preocupación real por articular justicia social con justicia ambiental, La propia Unión Europea, tras la emergencia de la Guerra de Ucrania y ante la imposibilidad de llegar al cero neto, ha llegado a definir al gas y la energía nuclear como “verdes.

Sin descentralización, desconcentración de la energía y cambio en el modelo productivo, este tipo de “pactismo” propulsa un modelo de transición ecológica (también digital) que no abandona la lógica de acumulación capitalista y se sigue sosteniendo bajo la posibilidad de un crecimiento indefinido.

Como consecuencia, se mantiene la insustentabilidad en términos metabólicos respecto del modelo fósil, pues este modelo de crecimiento requiere una exacerbación de la explotación de los recursos naturales.

En contraste y en disputa con estas propuestas, hemos propuesto pensar las transiciones justas desde el Sur para no seguir siendo hablados y recolonizados desde el Norte. Es necesario, asimismo, abandonar las concepciones sectoriales y desarrollar una visión más multiescalar, holística e integral de las transiciones socioecológicas.

Una transición energética que no aborde la desigualdad radical en la distribución de los recursos energéticos, que no promueva la desmercantilización, la descolonización y fortalezca la capacidad de resiliencia y regeneración de la sociedad civil y el tejido de la vida, solo hará una reforma parcial, sin modificar las causas estructurales del colapso que atravesamos.

Deuda ecológica y geopolítica de las transiciones ecosociales

Nuestras propuestas ponen en el centro la geopolítica de las transiciones ecosociales. Eso implica leer las relaciones Norte-Sur, las espacialidades y los flujos marcados, en el largo plazo, por la relación del modelo histórico-colonial de despojo en América Latina con el capitalismo-imperialismo del Norte Global; y, en el medio y corto plazo, por las apuestas hacia nuevos tipos de “falsas soluciones” impulsadas por Estados y corporaciones reconocidas por su papel destructivo en los territorios.

El aumento de la extracción de recursos naturales de América Latina tiene un impacto directo y negativo en las comunidades. Como lo señala Esperanza Martínez, de la organización Acción Ecológica de Ecuador e impulsora del Pacto Ecosocial del Sur, “la transición energética se está impulsando para evitar el desastre del cambio climático. Pero en el Sur Global vemos que estas acciones no tienen nada que ver con los desastres naturales, por lo que hacemos responsable al sistema económico por este nivel de devastación del planeta”.

La extracción ha cobrado un enorme precio en el mundo natural. La biodiversidad ha disminuido en todo el mundo desde 1970 a una tasa del 68%, según el Fondo Mundial para la Naturaleza. Para América Latina y el Caribe, la cifra es un asombroso 94%.

Otro de los temas centrales en la geopolítica de las transiciones ecosociales, que a menudo se pierde en las discusiones climáticas entre el Norte y el Sur a nivel gubernamental, es la deuda ecológica, eje central de nuestras deudas eternas.

Ésta encuentra sus primeros orígenes con la expoliación colonial – la extracción de recursos minerales o la tala masiva de los bosques naturales, por ejemplo – y se proyecta tanto en el “intercambio ecológicamente desigual” como en la “ocupación gratuita del espacio ambiental” de los países empobrecidos por efecto del estilo de vida depredador de los países industrializados.

Aquí, creemos, hay un lugar estratégico para profundizar el diálogo con las luchas y sectores críticos del Norte tanto en lo que se refiere a una perspectiva global y sistémica del decrecimiento, como a nuevas posibilidades de articulación internacionalista entre las luchas ecoterritoriales de diferentes latitudes. En definitiva, es necesario reactualizar, bajo las coordenadas contemporáneas, el importante slogan ¿quién debe a quién?

Cabe, asimismo, incorporar las presiones provocadas sobre el medioambiente y los territorios a través de las exportaciones de recursos naturales –normalmente mal pagadas y que tampoco asumen la pérdida de nutrientes y de la biodiversidad, para mencionar otro ejemplo– provenientes de los países del Sur, exacerbadas por los crecientes requerimientos que se derivan de la propuesta aperturista a ultranza.

La deuda ecológica crece también desde otra vertiente interrelacionada, en la medida que los países más ricos van superando sus desequilibrios ecosistémicos ´nacionales´, al transferir directa o indirectamente contaminación (residuos o emisiones) a otras regiones sin asumir pago alguno.

La deuda ecológica es también climática y existe una enorme brecha en las emisiones históricas entre el Sur Global y el Norte Global. Europa y América del Norte, por ejemplo, son responsables de más del 60% de las emisiones de carbono desde 1750, mientras América del Sur es responsable del 3% de las emisiones.

Eso no puede ser obviado, así como tampoco podemos restringir la deuda ecológica al ámbito de las compensaciones monetarias, tema presente en las falsas soluciones de las falsas transiciones. Eso porque la mercantilización de la naturaleza y del costo ambiental ha dejado y sigue dejando un sistema de explotación planetaria que afecta a los pueblos racializados y colonizados de forma totalmente desproporcional.

Al abordar la deuda ecológica en clave de la actual geopolítica de las transiciones ecosociales, defendemos estrategias integrales para garantizar horizontes de vida digna en clave de justicia integral, ontológica y con reparación.

En suma, lejos de reducir las brechas geopolíticas, las propuestas hegemónicas de transición más bien corren el grave riesgo de profundizar las deudas coloniales y ecológicas en el Sur Global. No hay justicia climática posible, ni transformación socioecológica, sin que se incluyan las reparaciones de estas deudas.

Entre la transición energética justa y los horizontes socioecológicos de justicia integral

En nuestros debates con otros ´Sures´ (África, India, el Pacífico, Asia, pero también los sures del norte global) observamos una tendencia transversal de aumento de la explotación petrolera offshore, fracking y más megaproyectos para alimentar el sobreconsumo del norte global.

Incluso el extractivismo agrario, como monocultivo industrial e intensivo, se apropia de todos los recursos del agua, el aire y de la tierra. Es alarmante el enorme control corporativo en todos nuestros países.

Eso contrasta radicalmente con los anuncios de “transición verde”. Por ello, en palabras del activista argelino Hamza Hamouchene, en un encuentro interno Sur-Sur, “no estamos viendo ninguna transición energética, sino una expansión energética”.

A su vez, recordando a Gustavo Esteva, Alberto Acosta señala oportunamente: “el mundo se cae a pedazos a nuestro alrededor, se caen las ideas que dominaron al mundo en los últimos 200 años. Las élites no han podido escuchar los mensajes de la Naturaleza. No me sorprende la violencia, más corrupción, y debilitamiento de la democracia, porque la esencia radica en la codicia. El capitalismo va mutando, sigue reptando como las víboras cuando cambian su piel”.

Por eso, aunque las transiciones socioecológicas no puedan agotarse en el tema energético, es imprescindible una transformación estructural del sistema energético, del modelo productivo y de los vínculos con la naturaleza. Las líneas fundamentales del Pacto Ecosocial del Sur en cuanto a lo que entendemos por transición energética son:

La energía es un derecho y la democracia energética un horizonte para el sostenimiento de las redes de vida.
Articular la Justicia social con la Justicia Ambiental. Eliminar la pobreza energética. La justicia ecosocial implica un desmontaje de las relaciones de poder que continúa priorizando el acceso a un grupo privilegiado de la sociedad, excluye a sectores vulnerables y cosifica los cuerpos feminizados y naturaleza.
Descarbonizar nuestras sociedades y economías: este es un desafío mayor en el Sur que en el Norte tanto por la huella ecológica, histórica y colonial que ha dejado la explotación, como por la existencia de recursos naturales en el Sur.
Desvincular nuestras estructuras económicas, sociales y culturales de los combustibles fósiles, el mandato de explotación de la naturaleza y el imaginario desarrollista eldoradista.
Cambiar el sistema, no sólo la matriz energética (desconcentrar, desprivatizar, desmercantilizar, descentralizar, despatriarcalizar, reparar y sanar).
Transformar el modelo productivo, el sistema de relaciones sociales y el vínculo con la naturaleza
Visibilizar las relaciones de interdependencia y ecodependencia energética. La energía requiere ser vista en clave relacional.
Estar atentos a las “falsas soluciones”. Los límites y ambivalencias de las energías renovables (litio y otros minerales para la transición). Esto incluye los consensos a las que corporaciones y Estados llegan en espacios como las COP’s para implementar modelos energéticos que contemplan cuestiones controversiales para el Sur como el hidrógeno verde, la agricultura inteligente, mercados de carbono, la geoingeniería y otras propuestas destinadas a mantener relaciones de poder energético entre el Norte y el Sur global.
“Yasunizar la tierra”. Los combustibles fósiles serán en el corto plazo activos obsoletos. Dejar los combustibles fósiles bajo tierra implica una ruptura de sentido para resignificar la naturaleza.
Reclamar la Deuda Ecológica desde una perspectiva regional y/o del Sur.
Desescalar y reducir el metabolismo social. Producir con menos materiales y energía.

A estas líneas estratégicas, hay que sumar propuestas específicas en cada contexto, sensibles a las diferentes realidades. Es lo que hemos tratado de hacer recientemente impulsando con CENSAT Agua Viva y otras organizaciones latinoamericanas el documento Disminución planeada de la dependencia fósil en Colombia, una propuesta colectiva que busca dialogar con la propuesta de transición energética realizada por el gobierno colombiano encabezado por Gustavo Petro y Francia Márquez Mina.

Con la sensibilidad abierta a los procesos de cambio en marcha en nuestra región – con estallidos de esperanza y nuevos impulsos populares –, pero también conscientes del peso de las fuerzas retrógradas y oligárquicas, desde el Pacto Ecosocial e Intercultural del Sur seguiremos transitando.

Combinando protestas y propuestas, críticas y alternativas. Retomando las ideas y conceptos horizonte que se han ido forjando en las últimas décadas al calor de las luchas y colocándonos a su lado: los derechos de la naturaleza, el buen vivir, la justicia redistributiva, los cuidados, las transiciones justas, la autonomía, el postextractivismo, los feminismos ecoterritoriales, la soberanía y autonomía alimentaria.

Por ello, defendemos otro Pacto. No el Pacto Verde hegemónico de los acuerdos y tratos entre los de siempre, sino un Pacto con la tierra, desde el Sur y para el Sur, como sugirió Arturo Escobar en la presentación de nuestra iniciativa. Un Pacto entendido como compromiso con otros modos de ser y estar con y en el mundo.

Autores: Maristella Svampa, Alberto Acosta, Enrique Viale, Breno Bringel, Miriam Lang, Raphael Hoetmer, Carmen Aliaga y Liliana Buitrago (OEP)

Este artículo fue publicado originalmente en https://www.opendemocracy.net


Publicado el 2 de noviembre de 2022

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