Licencia, libertad y vacunación

El «cada uno para sí» contra la libertad de todas y todos

En este tiempo que la extrema derecha, los movimientos antivacunas y demás manifestantes blanden la palabra «libertad» para justificar sus posiciones, puede ser de utilidad regresar al sentido de esta palabra.

La vacunación no es reciente, sino fruto de la ciencia y de investigaciones llevadas desde hace largo tiempo. La ciencia no es algo inmóvil, congelado, sino que es, en sí misma, resultado de los avances y los consensos más recientes.

El ARN mensajero tampoco data de ayer. Descubierto en 1961 su utilización no comienza con la Covid.

Si bien los humanos pueden ser corrompidos, el consenso científico tiende a evitar la instrumentalización de la ciencia apoyándose en demostraciones reproductibles. Para nosotros anarquistas, la ciencia debe ser utilizada para ir hacia el progreso, lo cual es inherente al hecho de pensar colectivamente sobre su utilización.

Es interesante observar que muchos científicos tienen poco que ver con las fronteras, la propiedad, y así comparten sus investigaciones y descubrimientos. Después, están los intereses privados de las empresas… en nuestro mundo, el sistema capitalista se apodera de los progresos científicos (técnicos, tecnológicos, etc.) y los pone en provecho de sólo una parte de la población, es uno de sus principios.

¡El capitalismo es el expolio!

Es en este sentido en el que libertad y ciencias debieran estar vinculadas: la noción de libertad abarca en su sentido inicial una condición idéntica para todas y todos.

Esta noción implica, pues, plantear la cuestión de la organización de la sociedad para que libertad no se convierta en licencia.

Si ser libre significase vivir sin tomar en cuenta al otro, sería necesario tener el mayor poder posible para serlo. En este sentido, sólo aquellos que dirigen a los otros serían libres ya que ellos mismos no tendrían que obedecer a nadie. Entonces nadie sería verdaderamente libre.

Este enfoque que supone el desprecio hacia los demás se denomina licencia, es una ausencia de libertad. El término licencia es justamente el resultado de una sociedad en la que reina el poder: el «yo hago lo que quiero sin preocuparme de los otros», es una cuestión de licencia y no de libertad.

El anarquismo está comprometido con la libertad y no con la licencia

La libertad se entiende como un equilibrio social tomando en cuenta el conjunto de lo vivo. En ella está concernida la individualidad tanto como la colectividad, y es que debemos distinguir individualidad de individualismo. Mientras que la individualidad se conjuga con la colectividad, el individualismo sólo funciona mediante el rechazo de ésta. Por lo demás, el individualismo es fundamental para el sistema capitalista y sus poderes, políticos y patronales.

Para el capitalismo, es tanto el goce consumista egoísta a colmar, «cueste lo que cueste», humanamente, económicamente, ecológicamente. Para los otros dos, son tantos los individuos que no juegan en lo colectivo que entonces tanto la patronal los puede aplastar y el Estado poner bajo su control autoritario.

La licencia entraña, pues, la pérdida de la libertad de todas y todos, ya que ella se construye oponiéndonos unas a otras, unos a otros.

El actual clima de desconfianza, provocado por la confusión y la actitud de los gobernantes no es extraño. Las tendencias conspiracionistas que emanan de este clima hacen el juego a los gobiernos, puesto que ellas van en el sentido de la licencia, y así, del «que cada quien se rasque con sus uñas» del poder.

Hablar de libertad para justificar su posición antivacuna es, pues, paradójico. En efecto, se pone en juego la cuestión de la libertad del otro de no ser contaminado, de querer que la epidemia retroceda y, con ella, las medidas de restricción.

En nuestra opinión es demasiado fácil abogar por una libertad (que es nada más que una licencia); tomarse la licencia de no hacerse vacunar, de no actuar, teniendo la impresión de que eso no pone en riesgo ni a uno mismo ni a los otros. Esta «no elección» es, sin embargo, elegir no tener en cuenta los avances científicos relativos a la salud pública, de no tomar en consideración a los otros y, así, hacer tomar riesgos a los otros y accesoriamente a sí mismo. Tomar también el riesgo de no ir en el sentido de la regresión del virus y así en seguir viendo nuestras libertades denegadas durante más tiempo.

La creación del pase sanitario, último retoño de los palos del Estado, refleja nuestra incapacidad de organizarnos de manera colectiva, solidaria y materialista, aún en periodo de crisis. Es urgente que asumamos nuestras responsabilidades, evitando que nos sean impuestas. Eso abre la puerta a otras derivas autoritarias. Ya que ante el vacío de responsabilidad, el lugar viene a ocuparlo el Estado, autoritario por naturaleza. Es también el retorno a las creencias y todas sus derivas: pensamiento mágico, búsqueda de un culpable, eugenismo, derivas antiprogresistas, anticiencias…

Nosotros no somos anarquistas por gustar del caos. Somos anarquistas porque para nosotros la emancipación está en el corazón de todo. Es inadmisible que sólo los más ricos puedan sanar, tener acceso a las vacunas, al saber científico y que puedan reencontrar una «vida normal». Esta visión, libertariana, próxima del darwinismo social, es nuestra enemiga.

La licencia de la que hablamos en esta epidemia, es la de consagrarse a sí mismo en detrimento de los demás.

Nosotros abogamos por la buena vida de todas y todos.

Muerte a la Covid y al capitalismo, este sistema injusto que oprime y destruye.

Abolamos ahora, en todas partes y para siempre esa visión egoísta del mundo.

¡Acceso a las vacunas para todas y todos!

¡Liberación de las patentes y reapropiación de los medios de producción!

Nuestras luchas, nuestros ideales, no pueden limitarse a fronteras ni a otras herramientas para dividirnos.

¡Viva la Anarquía!

Tomado de Le Monde Libertaire n°1832, octubre 2021.

Traducción L. Gregoriux


Publicado el 30 de diciembre de 2021

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