La izquierda institucionalizada


Una izquierda que se organiza en partidos políticos, al igual que la derecha e incluso sin diferencias sustanciales, en la concepción de lo que son los partidos políticos, se convierten en instrumentos reguladores y controladores del descontento colectivo, al mismo tiempo que se encuentran al servicio del modelo de dominación.

La "izquierda" institucional de América Latina y el Caribe, me refiero a la izquierda permitida, la que participa de los procesos electorales tal y como están planteados, siguen "creyendo" por convicción o conveniencia que llegar al poder por vía electoral y al tomar el poder del Estado, se puede transformar la sociedad, paradigma por cierto que ha dominado el pensamiento "revolucionario" por más de un siglo.
Se argumenta que al tomar el poder, se comienza un ciclo de transformaciones, transiciones, primero son las reformas y luego los cambios radicales, cambios radicales que por supuesto nunca llegan. Se comienzan y se establecen reformas que van buscando el reacomodo de una sociedad donde terminan prevaleciendo los intereses de clase. Se difunde la idea de crear el socialismo y ahora el socialismo del siglo XXI. Desde luego que éste socialismo del Siglo XXI es muy, pero "muy especial", justificando la vía electoral para hacer las "revoluciones". Tomar el poder del ESTADO, para esta "izquierda", es la esencia del "proceso revolucionario", es lo que permitirá el "cambio revolucionario" según sus respectivos discursos. No importa que se sigan estableciendo y agudizando las diferencias de clase, no importa que se siga manteniendo los privilegios de la clase política y económica que gobierna, no importa que se le entreguen los recursos naturales al extranjero, no importa que los partidos que gobiernan sigan imponiendo sus reglas de juego y corrompiendo a la población valiéndose de sus necesidades. Lo interesante es tomar el poder del ESTADO, para gobernar e imponer el mismo capitalismo, ahora de ESTADO, bajo la falacia de una "sociedad nueva" llamada socialismo y que sea del siglo XXI.
De igual manera, la vía armada también propone tomar el poder del ESTADO, se crearon y se sigue insistiendo en formas organizativas político - militares (guerrillas rurales y urbanas). La mayoría de estas organizaciones se autodenominan ejércitos del pueblo y se combate con convicciones ideológicas y políticas que en la mayoría de los casos no se puede negar, en la esperanza, que algún día tomaran el poder del ESTADO, para producir transformaciones que le den soluciones a la pobreza y miseria de nuestros pueblos
Se crean ejércitos "revolucionarios", con jerarquías, mandos y relaciones de poder en lo interno, sin darse cuenta, que en la práctica está presente la ideología que dicen combatir, pues esos ejércitos copian con diferentes estilos y formas, las mismas estructuras del ejército enemigo y terminan pareciéndose a los mismos.
Sin querer queriendo, es la ideología de la dominación, que en el subconsciente prevalece y se presenta y manifiesta en formas diferentes, que la misma cotidianidad de la lucha esconde. Esas relaciones de poder, donde el comandante manda y la guerrilla obedece, argumentando que hay que tener disciplina para sobrevivir al combate, solo establece mandos donde el "superior" está por encima del "inferior", la disciplina es impuesta y no es consciente, se niega la discusión colectiva y se reproduce una relación de
poder que establece diferencias sociales, afirmando la relación dominante - dominado, negando de esta manera que son los pueblos los que hacen las revoluciones. Es de allí, que si ese ejército llega a tomar el poder del Estado, pues simplemente reproduce la ideología del enemigo que decía combatir y desde ese poder del Estado, reproduce la lógica de la dominación, ya que las relaciones de poder no desaparecen, al contrario se consolidan, manteniendo de esta forma la verticalidad del mismo.
UNA IZQUIERDA COLONIZADA
En algunas oportunidades he señalado, que esa izquierda en América Latina se encuentra tan recolonizada, al igual que la derecha. A esa izquierda le cercenaron su capacidad creativa, no tiene pensamiento propio y se ha limitado a jugar un triste papel como es la de legitimar, las expresiones políticas y económicas de los grupos dominantes, al avalar en todas sus manifestaciones el poder opresor, que se ejerce a través del Estado, un Estado que no representa los intereses de los pueblos. Es una izquierda que se desvirtúa dentro de esas instituciones para garantizar el poder de la clase que domina, la misma se encuentra integrada al sistema de dominación o bien por conveniencia o por "coincidencias" con el modo de producción que predomina, se inserta en la propuesta de manera natural y conformándose con las cuotas de poder que le da el mundo financiero global, hasta el punto que le puede otorgar el "favor" de poder manejar un país, con tal de que le corresponda a lo planificado de acuerdo a sus intereses. Venezuela es un claro ejemplo de lo que aquí afirmamos.
Esos partidos que se dicen "revolucionarios", "tienen el corazón en la izquierda, pero el bolsillo en la derecha", olvidando su compromiso con los cambios estructurales necesarios para poder salir del modelo socio - económico que establece esa relación opresor - oprimido. Su discurso ideológico se disfraza, al igual que el de la derecha de utopías, para poder engañar y manipular sin que la población pueda percatarse de la realidad, por lo que hemos venido planteando con respecto a la alienación colectiva.
Esa izquierda asumió y aprendió de la derecha, a utilizar el discurso electoral, que observando las necesidades de los pueblos, construye su arenga de manera falaz, para poder seguir subsistiendo y viviendo electoralmente, de las angustias y la esperanzas que desarrollan los pueblos, como mecanismo de defensa psicológica, para compensar su desesperación por no tener un modo de vida, que le pueda satisfacer dignamente sus necesidades como seres humanos.
Esta lamentable posición, de una izquierda institucionalizada, legaliza la dominación cotidianamente en los procesos electorales, para recibir las migajas que le otorga la derecha que dice combatir, se fusiona con ella, negocia, se vende, traiciona, engaña, pacta, se presta para pisotear los intereses de un pueblo que aspira cambios sustanciales y que cree que votando por esa izquierda puede llegar a mejorar sus condiciones de vida. Es una praxis siniestra y mal intencionada, cuyo discurso confunde dando a entender que dentro del modelo que domina, se pueden cambiar las cosas, haciendo que los pueblos asuman de manera "natural" la subordinación.
Es una izquierda, que se organiza en partidos políticos, al igual que la derecha e incluso sin diferencias sustanciales, en la concepción de lo que son los partidos políticos, pues los mismos son instrumentos reguladores y controladores del descontento colectivo.
Ambos sectores, no soportan la concepción utópica creadora, revolucionaria, subversiva, pues la misma les representa un peligro en las relaciones de poder que sustentan, además de que la utopía no es posible según sus argumentos, son simplemente sueños de sectores revolucionarios disociados de la realidad en que viven, ignorando que cuando se sueña sólo, es eso, un sueño. Pero cuando se sueña con otros es el comienzo de una realidad, tal y como lo planteaba Helder Cámara.
Para esa izquierda perfumada y esa derecha, que siempre termina fusionada en pactos y arreglos, todo lo que se sale del juego electoral, que mantiene y "legaliza" la dominación imperante, queda fuera del contexto institucional y por lo tanto todo lo que atenta contra esas estructuras amañadas y tramposas son subversivas, de allí que el Estado está en "obligación" de aplastarlas con sus respectivos cuerpos represivos.


Publicado el 4 de septiembre de 2020

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