La Covid-19 magnifica las violaciones a los derechos indígenas y pone en riesgo la sabiduría ancestral depositada en las y los mayores


Foto: cortesía de Alicia Moncada

En medio de la pandemia de la Covid-19 surgen “fantasías no indígenas” que aseguran que los pueblos originarios tienen más posibilidades para sobrevivir ante un colapso de la economía mundial, porque cuentan con el manejo de los bienes naturales, el aislamiento en sus comunidades y la medicina ancestral.

Sin duda, estas afirmaciones serían completamente ciertas si los pueblos indígenas no estuviesen amenazados por los modelos extractivistas, que depredan e invaden sus territorios ancestrales, lo cual limita el acceso de los pueblos indígenas a los bienes naturales; y por la discriminación histórica en el acceso a las políticas públicas interculturales, especialmente a los servicios sanitarios, que hace que esta población tenga los peores indicadores de salud del continente latinoamericano.

Lo anterior, incide de forma negativa en los planes de vida de los pueblos y comunidades indígenas, convirtiéndolos en una de las poblaciones en mayor situación de vulnerabilidad, donde no solo está en riesgo el cuerpo físico sino todo el conocimiento ancestral de un pueblo.

El tratamiento que han dado algunos gobiernos a la pandemia también ha puesto en vilo los rituales para honrar y despedir a los fallecidos por este virus: “Hoy me tocó hablar con una familia indígena maya que tenía un hijo migrante en Estados Unidos, murió por la Covid-19 en Texas. Lo cremaron. El derecho a la despedida lo está matando la pandemia”, dice Alicia Moncada, investigadora en la Fundación para la Justicia y el Estado Democrático de Derecho, una organización con sede en la ciudad de México, que tiene como fin promover el acceso a la justicia para grupos en situación de vulnerabilidad, con énfasis en la población migrante, solicitantes de refugio y solicitantes de asilo de origen centroamericano y mexicano en Estados Unidos.

Moncada también hace alusión al caso de Weildler Guerra Curvelo, un antropólogo wayuu de Colombia, que denunció que en Barraquilla iban a cremar a una mujer wayuu fallecida por una causa distinta a la Covid-19 y que por esta razón es posible que los indígenas no acudan más a hospitales en estos casos. En este sentido, el pueblo wayuu en Colombia ha pedido aplicar un enfoque diferencial en caso de personas indígenas fallecidas.

Todo lo anterior ocurre pese a que la Organización Mundial de la Salud ha sido clara en el documento Prevención y control de infecciones para la gestión segura de cadáveres en el contexto de la Covid-19, en el que señala que “es preciso respetar y proteger en todo momento la dignidad de los muertos y sus tradiciones culturales y religiosas, así como a sus familias”.

En la siguiente entrevista conversamos con Alicia Moncada sobre el impacto que está teniendo esta pandemia sobre las vidas y cosmovisiones de los pueblos indígenas, envueltas en las “fantasías no indígenas” que idealizan lo que ocurre en los territorios.

—¿Cómo afecta esta pandemia a las mujeres indígenas?

— En los pueblos indígenas las mujeres llevan consigo un conocimiento que deviene de las genealogías de mujeres, es decir, un saber que se va transmitiendo de abuelas y madres hacia las más jóvenes, un conocimiento de transmisión generacional. Entonces, hay un riesgo muchísimo más profundo para las mujeres adultas mayores que además son depositarias de conocimientos tradicionales y la cosmovisión de los pueblos.

Recuerda que, por asignación de género en las culturas y en los pueblos indígenas, las mujeres son las cuidadoras y reproductoras de la vida comunitaria, entonces tienen un rol mayor en el cuidado, especialmente de adultos mayores, que son un grupo de riesgo, y de niños y niñas. Las mujeres indígenas son las primeras en la línea de batalla en sus comunidades frente al Covid-19, precisamente porque al ser la mayoría culturas patriarcales asignan a las mujeres el cuidado no solamente de su familia -y aquí es donde entra la lógica indígena- sino el cuidado de su comunidad y la responsabilidad de la comunidad, comunitaria. Esto es muy importante.

La Covid-19 no solamente pone en riesgo la vida de una persona sino la cosmovisión y el conocimiento de esa comunidad que resguardan las personas adultas mayores.

—¿Qué impacto tiene la pandemia sobre la economía familiar y los procesos comunitarios?

—La fantasía no indígena es que los pueblos indígenas tienen mayores posibilidades de sobrevivir a un colapso de la economía mundial, debido a que cuentan con las herramientas o los conocimientos tradicionales para la reproducción de la vida, a partir de los “bienes y servicios” que brinda la naturaleza. Esto es un sí y un no. En efecto, hay pueblos y comunidades indígenas que todavía reproducen su existencia haciendo únicamente uso de la economía del autosustento, pero esas comunidades generalmente están muy aisladas y me atrevería a decir que casi en estado de aislamiento absoluto. Casi todos los pueblos y comunidades indígenas del mundo tienen algún tipo de relación con el papel moneda del mundo no indígena o algún tipo de relación, tal vez no de manera cotidiana, con el intercambio de bienes que se da en el mundo no indígena. Es decir, tienen contacto con la economía de mercado regentada por el mundo no indígena. Entonces, pensar que los pueblos indígenas están salvados porque no dependen de la economía mundial es una fantasía. De alguna manera todos, exceptuando los que están aislados, han tenido alguna relación con la economía no indígena.

La Covid-19 pone a las comunidades en una situación de muchísima desventaja porque la restricción en la movilidad les impide a los indígenas acceder a bienes, servicios o al papel moneda, a través de la venta de artesanía o de bienes, que se producen a partir de la economía de la naturaleza. Entonces, si ya las comunidades que están en los territorios – no las comunidades urbanas- tenían una dificultad geográfica y de acceso a la economía o al mundo no indígena; si ya el intercambio era esporádico, imagínate en un contexto donde el mundo no indígena está completamente paralizado, cerrado o hay acciones que impiden la movilidad de los sujetos de esa sociedad. Eso te deja a las comunidades en una situación complicada porque las aísla completamente.

La posibilidad que tenías de comprar gasolina para moverte a territorios donde se puedan conseguir los recursos ya no es factible, la posibilidad que tenías de vender parte de la producción de tu conuco y comprar con eso anzuelos y nylon es muy difícil.

—¿Existen otras fantasías no indígenas? ¿Cómo conviven el aislamiento en las comunidades indígenas y la presencia de foráneos, mafias, corporaciones y gobiernos, haciendo actividades propias del modelo extractivista?

—La otra fantasía no indígena es que el aislamiento es la solución, especialmente si los haces en una zona donde puedas producir economía del autosustento a partir de los productos que te da el bosque. Una gran ilusión. Precisamente porque todos estos territorios de los pueblos indígenas están atravesados a nivel regional por una diversidad de actores que, no precisamente son indígenas, y usufructúan y depredan ese bosque; y ahora más, especialmente los pueblos indígenas que sufren en carne propia la minería ilegal, con la idea de que ante un colapso económico lo único valioso van a ser las commodities y específicamente los metales, hablamos del oro en concreto.

Esta situación de estar más aislados que nunca de la sociedad criolla (no indígena), y de alguna manera en constante contacto con estos actores poderosos en sus territorios, te pone en mayor indefensión. Precisamente porque no hay canales de comunicación para hacer denuncias concretas. Por ejemplo, la guerrilla o el grupo armado o el cartel entró a mi comunidad, mató a tantas personas o desapareció a tal persona… Ya no existe ese canal de comunicación. Además, este actor está haciendo mayor depredación, en el caso de la minería ilegal, la tala ilegal y otras formas de extractivismo de los recursos, que ahora necesitas mantener en un equilibrio ecológico para poder reproducir la vida en este estado de asilamiento.

Imagínate una comunidad indígena que está completamente aislada, que ya no puede ir a Puerto Ayacucho (estado Amazonas, Venezuela) o a Puerto Carreño (departamento de Vichada, Colombia), a comprar o a intercambiar sus bienes por papel moneda u otras cosas que no puede producir. Ahora tienes que tejer una absoluta dependencia con estos actores armados no estatales a los que habías rechazado de tu comunidad, porque ellos tienen esos recursos a los que no puedes acceder; o sencillamente pasar las penurias de vivir en un territorio en el que no puedes hacer uso constante de los recursos del bosque, porque solo puedes transitar los lugares cercanos que no controlan ellos. Ya no puedes ir por nuevos territorios de caza ni ampliar tu búsqueda de peces, si estás en territorio esencialmente fluvial como la Amazonia, porque estos actores poderosos han atravesado tu territorio y están depredando y haciendo uso violento, excesivo, no sustentable, de esos recursos que tú precisas. Y no solamente me refiero a recursos que me permiten comer, sino al agua misma, recursos que me permiten vivir.

Con respecto al agua, la situación de desventaja en La Guajira es terrible. La gente ha olvidado que antes que el hambre es la sed. El aislamiento no te va salvar de la Covid-19 porque la sed te va a matar primero, o el hambre seguida de la sed.

—Entonces el extractivismo se profundiza en medio de esta pandemia.

—La pandemia lo que hace es recrudecer todas estas situaciones de desventaja que tenían las comunidades indígenas frente a actores que depredan, muy a pesar de la Covid-19, los “bienes y servicios” que brinda la naturaleza y que permitiría la reproducción cotidiana y sustentable de la vida en las comunidades.

En el caso de la minería ilegal, los actores deprendan con mayor énfasis, primero, ante un posible colapso del sistema económico mundial; segundo, para mantener sus operaciones haciendo uso de los recursos del bosque; tercero, segurizando con mayor énfasis sus territorios, precisamente para garantizar que los negocios que están relacionados con el extractivismo y con las rutas de salida de estupefacientes se mantengan. En el caso de México lo vemos. Los carteles han recrudecido la segurización y ampliado sus rutas del tránsito de la droga, porque necesitan mantener esa recepción de estupefacientes; o el estatus de esa producción, si hablamos de la Amazonia colombiana, sin mucha variable, sin mucha pérdida.

—¿Cómo ha sido el abordaje que han dado los pueblos indígenas desde sus cosmovisiones a esta pandemia?

—Los pueblos indígenas han tomado acciones que creen son adecuadas a sus creencias y concepciones con respecto a la salud. Recuerda que, además, la salud para los pueblos indígenas no implica solamente el tratamiento de la condición del cuerpo (física), sino también de la condición espiritual de la persona que está afectada por la enfermedad y todo lo que se relaciona con el mundo no físico. Esta disrupción involucra una ruptura con la armonía espiritual dentro de la comunidad. Por eso escuchas que hay muchísimos pueblos indígenas diciendo que la Covid-19 es una enfermedad que se relaciona con el accionar humano en contra de la naturaleza.

Los indígenas del mundo están diciendo que las plantas sagradas y las prácticas tradicionales van a proteger. Vemos a los Lakota haciendo sus bailes, los Powwow con sus jingle dress, que son vestidos de oración con cascabeles que usan los indígenas para ahuyentar a los espíritus cuando bailan. Todos están haciendo bailes para pedir por la salud de las personas. Las mujeres medicina de Arizona y los pueblos indígenas al sur de Estados Unidos también están tratando de comunicarse con los espíritus, a través del peyote y otras plantas de poder, para poder interceder en el mundo de los espíritus por la humanidad. Los Huichol, aquí en México, están tratando de conectarse con el mundo de los ancestros y ancestras para que cuiden al mundo. Los amazónicos están confiando en las plantas sagradas que los van a ayudar a enfrentar la Covid-19. El pueblo wayuu está convocando yonnas para poder facilitar que nuestros espíritus, dioses y diosas intercedan por nosotros y nosotras.

—¿En qué medida los gobiernos usan políticamente los saberes de los pueblos indígenas para evadir sus responsabilidades en materia de salud intercultural?

— Lo anterior no debe significar que el Estado deposite toda la responsabilidad de la prevención y el cuidado ante la Covid-19 en las prácticas tradicionales indígenas. Frente a la Covid-19, la medicina tradicional indígena coadyuva, mas no necesariamente es la solución completa. Tiene que haber un diálogo intercultural entre la medicina occidental y la medicina indígena para que haya un tratamiento efectivo y una prevención efectiva de la diseminación de la Covid-19 en las comunidades.

Los Estados tienen que tomar medidas con pertinencia y adecuaciones culturales en articulación con comunidades, organizaciones indígenas y un amplio despliegue a nivel comunitario y territorial; que además implique un análisis consciente de toda esta situación de discriminación histórica y que aborde el subregistro epidemiológico que ocurre con un porcentaje lamentable y alarmante en las comunidades y pueblos indígenas.

En el caso de las comunidades indígenas urbanas, tiene que haber un diálogo con los servicios de salud de la medicina occidental, que contemple adecuaciones culturales para que el acceso a los servicios de salud, al diagnóstico del coronavirus, etc., se haga con pertinencia cultural.

El abordaje para las enfermedades que vienen de afuera dependerá del grado de acceso a la información oportuna que debería brindar el Estado-nación a los pueblos indígenas sobre esta pandemia.

—¿Cuáles son los elementos fundamentales que deben contemplar los protocolos sanitarios frente a la Covid-19 para población indígena?

—Pues tienen que contemplar la diversidad cultural lingüística, las dificultades geográficas de acceso a los territorios y las realidades comunitarias, que no solamente tienen que ver con situaciones de discriminación, sino con la presencia de actores armados y de macrocriminalidad que controla los territorios. Las intervenciones efectivas en los territorios indígenas dependen necesariamente de acciones estructuradas urgentes y diferenciadas de parte de los gobiernos, en alianza con las comunidades y pueblos indígenas.

Lo más terrible de este asunto es que todas estas respuestas sanitarias, urgentes y diferenciadas se han podido preparar, si se hubiera desde hace muchísimo tiempo establecido, priorizado y puesto como una necesidad urgente la atención de los pueblos indígenas, considerando que son una población en constante riesgo epidemiológico. Pero el racismo y la discriminación étnica sistémica, que atraviesa a todos los Estados nacionales del mundo, nunca ha permitido que esto se realice. Eso también lo vemos con la población afro en Estados Unidos, fíjate que el porcentaje de personas afroamericanas y nativoamericanas que han muerto por la Covid-19 en Chicago y en Estados Unidos, en general es abismal. Tiene que ver con un racismo profundo, que impide la generación de respuestas urgentes y diferenciadas para grupos en vulneración sistémica e histórica.

—¿Cómo percibes las medidas de aislamiento que han tomado los pueblos indígenas ante la pandemia?

—Una de las acciones que han tomado es la de reforzar su aislamiento ante este escenario de pandemia. Aquí en México hemos visto cómo las comunidades, especialmente las del estado de Guerrero y en Michoacán, han generado una serie de medidas que tienen que ver con el cierre de las comunidades, impidiendo el ingreso de personas foráneas, con fines de controlar el virus. Esto también lo hizo la Asociación Interétnica de Desarrollo de la Selva Peruana (Aidesep), ellos convocaron a más de 2000 comunidades indígenas a acatar la cuarentena nacional y controlar la entrada a sus territorios.

Por supuesto que esto es un arma de doble filo, porque el aislamiento no necesariamente garantiza que las personas no van a ser contagiadas con la Covid-19, y si estás en una situación de aislamiento total, imposibilitado de comunicarte con el mundo no indígena, como tus aliados y aliadas, puede ser que esta autodeterminación de aislarse, que supuestamente les garantizaría sobrevivir, más bien sea una condena de muerte. Precisamente porque estas comunidades no solo tienen la amenaza de la Covid-19 encima, sino que ya vienen de una situación de desigualdad en materia de salud, con los peores indicadores de la región, en escenarios de extrema vulnerabilidad y pobreza sistémica. No es una pobreza que devenga de la condición étnica en sí, sino que es una pobreza que ha sido construida por toda una historia de discriminación y de desigualdades que afectan y transversalizan las vidas de los pueblos indígenas.

Además, se aúna la histórica presencia de enfermedades infecciosas y víricas que han diezmado a poblaciones indígenas enteras, entonces la Covid-19 no es solamente el problema. El problema es que ya tienes unas comunidades que están eligiendo autoaislarse, pero que están atravesadas por todas estas cosas terribles que te mencioné.

—¿Cómo debería ser ese aislamiento?

—El autoaislamiento tiene que ser coordinado con el Estado- nación, tiene que realizarse bajo protocolos de seguridad que permitan, por ejemplo, sacar a las personas de las comunidades si se diera el brote de este virus. Estas comunidades que eligen autoaislarse tienen derecho a la información sanitaria y epidemiológica oportuna, que es cuando el Estado anuncia el número de personas contagiadas, número de personas que se han superado la enfermedad, etc., pero también tienen derecho a la información que tenga que ver con la prevención y el cuidado de las personas que están expuestas a un mayor riesgo de contagio.

—¿Cómo ves el abordaje que están dando en México a esta pandemia en poblaciones indígenas?

—Todos los países ocultan las verdaderas dimensiones de la pandemia. Con todo y eso México está proveyendo información, pero hasta ahora no ha trabajado en respuestas urgentes y diferenciadas a nivel federal o nacional para pueblos indígenas frente a la Covid-19.

Por ejemplo, para el caso de personas migrantes (entre las que se cuentan muchísimas personas de origen indígena), recién desde la Fundación para la Justicia presentamos, junto a otras organizaciones, un juicio de amparo en la Ciudad de México a favor de las personas migrantes detenidas en los centros de detención migratoria (que acá eufemísticamente le llaman “estaciones” migratorias). Se otorgó la suspensión para que se liberaran a las personas migrantes detenidas, a la par que se adoptaran y desarrollaran medidas de protección a la salud para personas en movilidad. En ese juicio se abordó el caso específico de un migrante de origen guatemalteco que murió en un incendio dentro de un centro de detención migratoria, en Tenosique, en el estado de Tabasco; precisamente en una protesta donde la población reclamaba que estaba en un hacinamiento y condiciones de sub-atención médica que podía conducirles a un contagio masivo.

Quedaría que los pueblos indígenas de México y del mundo también judicialicen y se posicionen con fuerza la injusticia sanitaria y la vulneración del derecho a la salud a la que están siendo sometidos, que valga decir es una situación que tiene hondas raíces históricas comenzando en América cuando el poder colonial se percató de la potencia etnocida que tienen las enfermedades. Se hace imperativo que el movimiento indígena mundial incida en los sistemas de protección a los derechos humanos que, si bien están generando algunas recomendaciones y análisis sobre la materia, precisan de voces indígenas que les apoyen tanto en la legitimación de esos contenidos como en su difusión. Ahora más que nunca precisamos un grupo de trabajo global sobre pueblos indígenas en contexto de la Covid-19, y de cualquier otra emergencia de salud pública de carácter internacional[1], a fines de dar respuestas y soluciones desde, para y por los pueblos indígenas del mundo.

Nota:

[1] Definida por la Organización Mundial de la Salud en el Reglamento Internacional Sanitario (2005) como un: “Suceso extraordinario que constituye un riesgo para la salud pública de otro Estado por su capacidad de diseminación internacional y ante el que se puede necesitar respuesta internacional coordinada” Organización Mundial de la Salud, OIM, Reglamento Internacional Sanitario (Ginebra: Naciones Unidas, 2008), https://www.who.int/ihr/IHR_2005_es.pdf


Publicado el 20 de mayo de 2020

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