Edo. Bolívar: Extractivismo minero, ese asesino de la infancia


CECODAP

* Fragmentos del informe “Peligros y Vulneraciones de DDHH de Niños, Niñas y Adolescentes en la Frontera y Actividades Mineras”.

En el sur profundo la situación no cambia, sino que empeora. Una visita de campo a El Callao permitió a CECODAP observar que existen 15 escuelas públicas y privadas en el sector, cuyas estructuras son mantenidas en parte de los colectivos que trabajan en las minas, según afirman los habitantes del sector. Sin embargo, la población estudiantil, que según las estadísticas son 1.200 niños, no hace uso de los espacios porque los servicios, sobre todo el agua, se encuentran a media máquina.

“Los muchachos pasan en uniforme rumbo a la mina. El estudio aquí no vale nada. Los niños van a clases en cholas, sin uniforme. Hay pocos liceístas y menos universitarios, alrededor de un 5 por ciento nada más. La Universidad Nacional Experimental de Guayana [Núcleo de El Callao] está cerrada, son instalaciones grandes y deterioradas, por ejemplo” dijo una persona que pidió reservar su identidad.

La vida cercana a las excavaciones mineras propicia conductas como la estructuración de bandas de infantes que en las noches duermen en el atrio de la iglesia y en el día laboran en la mina, un alto nivel de prostitución infantil y adolescente en los espacios de la plaza Bolívar, jóvenes que han padecido paludismo varias veces, niños que cuidan a sus hermanos mientras sus madres están en la mina, hijos que padecen el dolor de padres desaparecidos y una cercanía a la violencia cotidiana que no deja nada bueno.

Una de las denuncias recurrentes con respecto a la infancia en El Callao es la presencia de migrantes del centro del país, y otros municipios del estado, los cuales traen a sus familias consigo. Muchos de esos niños no tienen papeles, están expuestos a enfermedades, no son inscritos en las escuelas, viven accidentes en las minas, y pueden ser objeto de abuso y de maltrato.

Se estima que el 45 por ciento de las personas que operan los molinos son niños y adolescentes, ya que los colectivos les entregan tierra con material aurífero y ellos la muelen buscando oro. Refería el experimentado periodista German Dam que había conocido tres infantes que barrían las calles del pueblo de Las Claritas, buscando en la tierra los rastros de mineral, acumulando hasta dos “gramas” de oro al día con ese accionar.

Extractivismo, desnutrición y paludismo

La infancia guayanesa sortea los mismos grandes riesgos que produce la crisis nacional con un agravante de peso, el arco minero del Orinoco y sus consecuencias ambientales. Expertos hablan de la muerte de 4 niños diarios en el hospital Uyapar [el principal de Ciudad Guayana], con el agravante de que el 99 por ciento de ellos padecía desnutrición, que junto a cualquier otra enfermedad, es el factor que se roba la vida de los infantes en esta zona del país.

“Una muchacha minera espera en el hospital Uyapar a que atiendan a su bebé. El niño parece provenir de África. Muy flaco, con las costillas marcadas, sin poder casi respirar, una cabeza grande para el resto del cuerpo y con todos los signos de deshidratación, como una piel negra y reseca. La mujer cargaba con un bolso donde llevaba dinero en efectivo y alrededor de 6 gramas de oro. El niño estaba mal según el diagnóstico de los médicos que recomendaron hospitalizarlo. La madre, sin embargo, alegaba que no le gustaba estar en hospitales y se retiró, llevándose a su niño, que lloraba sin cesar, desorientado. Yo hablé con ella y le dije: ¿cómo te vas a ir con ese niño en ese estado? Ayer llegó con el niño bañando en sangre, y el niño falleció. Ella decía: ay, si yo le hubiese hecho caso a la mamá de Victoria”.

Este es el relato de una mujer que pidió se resguardara su identidad y representa la realidad de muchos infantes guayaneses, los cuales se ven profundamente afectados por enfermedades endémicas como el dengue y el paludismo, y muchas veces luchan con una condición previa de desnutrición, que los hace débiles ante las patologías imperantes en la zona.

Ser niño en Ciudad Guayana es crecer en una ciudad que anunciaba ser potencia pero se ha ido hundiendo en el deterioro paulatino de los servicios básicos, ubicada en la ruta del oro venezolano y expuesta a su influencia perniciosa.

Las cifras del paludismo en Guayana son escandalosas. La OMS indicó en el reporte mundial 2018 sobre el tema que Venezuela representó el 84% del aumento de casos. En nuestra nación, ha habido un aumento de más del 70% en los casos entre 2016 y 2017. Tenemos el 53% de los casos de malaria en América. Al menos 435 mil muertes se registraron en todo el mundo por malaria, y los niños menores de cinco años fueron los principales afectados, en un 65% de los fallecimientos. El estado que mayor cantidad de casos tiene en Venezuela, es justamente Bolívar.

No voy al rio porque tiene mercurio

Pedro tiene 12 años, es un niño pemón de tez morena claro, hablar pausado y ojos brillantes. Su comunidad indígena es San Antonio de Roscio, y cuenta con liberta sob re su infancia de juegos y estudios. Cuando se le pregunta si pesca o nada en el caño cercano a su casa, responde con seriedad: “mi tío me prohíbe ir solo al río, porque está contaminado con mercurio y es peligroso para mí”. Relata que una de sus enseñanzas debería ser cazar con arco y aprender a pescar con barbasco pero que eso sólo se hace de vez en cuando ahora

Esa afirmación es corroborada por Armando Obdolá, director de la ONG Kapé Kapé, quien identifica a la contaminación mercurial en las aguas como uno de los grandes enemigos de las poblaciones indígenas y de sus niños. “Los ríos y los morichales están contaminados. El líquido de uso cotidiano está cargado de agentes extraños y dañinos. La contaminación del agua impide que ellos pesquen, y se bañen en los ríos. Ahora los indígenas tienen en su dieta pescado que compran a los criollos”. Esto indica un desarraigo de los modos tradicionales de sustento, puesto que los cauces de los ríos impactados, la desforestación y el vertido de sustancias contaminantes a los ríos han producido que ya no cacen, siembren y pesquen en la misma medida que antes.

Los efectos de la contaminación mercurial impactan sus sistemas inmunológicos haciéndolos más débiles ante las enfermedades. Según los datos de abril de 2018 de la ONG Kapé Kapé la gastroenteritis y el paludismo se pelean el primer lugar en enfermedades de la población infantil de origen autóctono, seguidas por el dengue, la desnutrición y los parásitos.

Resalta además la inserción muy temprana en el campo laboral de la minería, con todos los riesgos que esto trae. Los estrechos espacios de las galerías mineras hacen que haya una preferencia por personas de cuerpos pequeños, baja estatura y delgadas. Accidentes laborales, fracturas, ahogamientos, paludismo, dengue y situaciones de trabajo en semi esclavitud se presentan en la zona sur de Bolívar, produciendo la muerte o enfermedad de niños y adolescentes.

Entre la mina y la calle: la infancia guayanesa corre riesgo

La violencia tiene diversas caras en Guayana. Niños mendigando o delinquiendo, prostitución infantil, así como susceptibilidad de caer en las garras de la trata de personas. En el sur del estado, los adolescentes son mineros, van armados o padecen violencia. Las dinámicas migratorias desintegran hogares y quedan a cargo de sus abuelas o vecinas. La pauta minera ligada a la violencia afecta los infantes de manera directa.

Uno de los principales factores en los cuales la infancia guayanesa está impactada por la violencia es primero que nada el socavamiento de la base del núcleo familiar, explica el investigador de crimen y violencia German Dam. “Es recurrente la presencia de familias separadas por cuestiones laborales, o de convivencia. Los niños quedan sin la figura principal, bajo custodia de otros familiares. Son infantes vulnerables y se desarrollan en ambientes donde impera la violencia, como los barrios. Allí ven como ejemplo la supervivencia del más fuerte y son presa fácil de grupos criminales, y bandas armadas que los captan. Estas personas les ofrecen falso cariño y falsa atención de los cuales están carentes”.

Dam explica el deslumbramiento por las figuras de poder como el pran o líder de la banda. “Primero, hay bandas armadas que se aprovechan de las situaciones, la destrucción del núcleo familiar y la misma economía, un niño que no come, que ve que en su casa no hay alimentos y que haciendo cosas que no son lícitas va a poder comer lo que desea y darse lujos, va sucumbir ante esas tentaciones. Crecen y observan que el que tiene poder, moto, carro, la novia más linda y se da sus lujos es el malandro. Cuando se le presenta la oportunidad el niño cae, creyendo que va a escalar en el poder”.

El primero de los tres aspectos que a juicio del padre Néstor Briceño son más peligrosos para los niños hoy en día en Ciudad Guayana, es la violencia por parte de la familia, la cual ha sido institucionalizada. “Existen padres y madres que castigan a los hijos porque fue lo que ellos aprendieron. No hay un diálogo de amor explícito sino de violencia, se cumple el viejo adagio: porque te quiero, te aporreo”.

Le sigue en esa lista la existencia de un poderoso submundo criminal en la localidad. “Las bandas pequeñas y grandes que existen en los barrios de nuestra ciudad. En el sector La Victoria, por ejemplo hay bandas de niños que se tienen que identificar para sobrevivir rápidamente. Desde muy pequeños tienen que hacer maldades e incluso hay ciertas bandas donde se proponen actos violentos tipo robos y asaltos contra los pares para ganar terreno”.

“La violación al derecho a la salud, la alimentación y la educación son gestos de violencia gravísimos contra nuestros niños. Si los muchachos no tienen que comer, y los padres no los envían a los colegios, su salud se va a ver afectada. Esas infracciones a esos derechos generan estas formas de violencia”, destaca Briceño.

[El Informe completo del cual se han extraído estos párrafos está disponible en http://www.cecodap.org.ve/descargables/derechosNNA/Informe_Peligros_y_Vulneraciones_de_DDHH_de_NNA_en_la_Frontera_y_Actividades_Mineras.pdf.]


Publicado el 25 de diciembre de 2019

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