Unidad en la acción y teoría socialista

Luchar en los movimiento actuales de resistencia y liberaciòn, es tambièn levantar las banderas del porvenir de esos movimientos para que la liberaciòn sea real y no simple recambio o restauraciòn…
Con certeza de que compartimos un material excelente, les hacemos llegar este trabajo de Rolando Astarita, que màs allà de la referencia a la situaciòn actual en Argentina; nos aporta en gran medida en las reflexiones y discusiones actuales en relaciòn a la situaciòn de luchas populares en Nicaragua, o incluso en Cataluña o el Pais Vasco. Luchas en cuyo seno tambièn predominan con insistencia los mensajes acerca de que que se "debería guardar silencio ante los problemas fundamentales de la sociedad capitalista" para ceder el paso a las corrientes màs derechistas, clericales y del recambio capitalista en definitiva.
Valga entonces este material y su aporte argumental para enriquecer la necesaria caja de herramientas en las luchas actuales.
Gracias compañero Astarita! Difundimos sin fronteras.
Salud y todo lo demàs!

https://redlatinasinfronteras.wordpress.com/2018/10/24/luchar-en-los-movimiento-actuales-de-resistencia-y-liberacion-es-tambien-levantar-las-banderas-del-porvenir-de-esos-movimientos/

A raíz de la publicación de la nota sobre la diferencia entre saqueo y explotación, un lector escribió al blog diciendo que la izquierda debe unir fuerzas contra el fascismo en ascenso, y olvidarse de la defensa del internacionalismo y de la crítica del sistema capitalista. Sostuvo también que posiciones como las que defiendo desde este blog “dividen hasta el infinito con su programa purista y de máxima”, mientras que en los medios avanza el discurso fascista. Por eso habría que dejar de lado el “programa de máxima abstracto y testimonial”, salir “de la academia y el laboratorio teórico de biblioteca”, y “escuchar a la calle”.

Si bien mi crítico no parece ser una persona de izquierda, su concepción, sin embargo, está bastante extendida entre algunos sectores de la izquierda. No lo expresan de forma tan brutal, pero en esencia están convencidos de que hay que dejar de lado las discusiones teóricas (“son abstracciones”, “preocupaciones de académicos que no tienen otra cosa de qué ocuparse”), y volcarse a las cosas prácticas y urgentes. Por ejemplo, acabar con el gobierno de Macri o frenar a Bolsonaro. Piensan que la crítica de Marx a la Economía Política, su concepción materialista de la historia, o su crítica al Estado, están muy bien, pero tienen un rol subordinado a las necesidades de la unidad popular. Después de todo, a “la calle” le preocupa poco si la teoría del valor de Ricardo está equivocada o es correcta, o si la concepción hegeliana de la marcha de la historia es la adecuada. ¿Para qué meter temas “divisionistas”, cuando lo que necesitamos es luchar por lo que siente “la calle”? Y así se llega a un planteo dicotómico: teoría y programa máximo; o “unidad de las fuerzas en acción” y programa reivindicatvo. Con un aditamento infaltable que inclina la balanza hacia la segunda opción: “más vale un paso adelante en el movimiento que una docena de programas”.

Pero la realidad es que esa dicotomía es falsa. Es que Marx y Engels nunca negaron la necesidad de actuar en unidad de acción por las reivindicaciones necesarias y sentidas de las masas trabajadoras, al tiempo que desarrollaban la crítica de las concepciones e ideologías burguesas o pequeñoburguesas dominantes. Por caso, cuando Marx ayudó a redactar el programa, de 1880, del Partido Obrero Francés, dio mucha importancia a las reivindicaciones del programa mínimo (esto es, las reivindicaciones que en principio se pueden conseguir bajo el capitalismo). Pero al mismo tiempo, en el prólogo del programa, presentó la perspectiva del socialismo, resumida en unas pocas líneas.

Es el mismo criterio que encontramos en El Manifiesto Comunista: “Los comunistas luchan por alcanzar los objetivos e intereses inmediatos de la clase obrera; pero, al mismo tiempo, defienden también, dentro del movimiento actual, el porvenir de ese movimiento” (p. 73; edición Centro Estudios Socialistas Carlos Marx). Y antes: “Los comunistas sólo se distinguen de los demás partidos proletarios en que, por una parte, en las diferentes luchas nacionales de los proletarios, destacan y hacen valer los intereses comunes a todo el proletariado, independientemente de la nacionalidad; y por otra parte, en que, en las diferentes fases de desarrollo por que pasa la lucha entre el proletariado y la burguesía, representan siempre los intereses del movimiento en su conjunto” (p. 47).

Esta orientación se reforzó luego de la Revolución de 1848, en la “Circular de la Liga de los Comunistas de marzo de 1850”. Allí sostuvieron que la clase obrera revolucionaria debía formar un partido propio, independiente de los demócratas burgueses. En ese marco, explicaron lo fundamental de la táctica de unidad de acción: “El nervio de la cuestión es este: en caso de un ataque a un común adversario no es necesaria una unión especial; en lucha contra semejante enemigo, el interés de las dos partes, la demócrata clase media y el partido de la clase trabajadora, coinciden por el momento y ambas llevarán el combate mediante una temporal inteligencia. Así fue en el pasado y así debe ser en el futuro” ( https://www.marxists.org/espanol/m-e/1850s/50_circ.htm ). Esta orientación fue sintetizada luego por los marxistas en la fórmula “golpear juntos, programas separados” (en palabras de Trotsky).

No hay que renunciar a la teoría y el programa socialista

Hay que decirlo con todas las letras: la idea de que para luchar por las reivindicaciones del programa mínimo los socialistas tienen que renunciar a la teoría y al programa máximo, equivale a decir que el socialismo revolucionario debería guardar silencio ante los problemas fundamentales de la sociedad capitalista. Por ejemplo, cuando en los medios de comunicación y en las universidades se explica que el obrero no es explotado, y que la ganancia es una retribución justa a lo que aporta el capital, el socialismo debería callar su opinión, para no caer en el “academicismo abstracto”, o algún pecado por el estilo. De la misma manera, si desde los medios de comunicación y el establishment burgués se dice que el Estado “es de todos”, el marxismo también debería callar. Y así con todas las cuestiones fundamentales. ¿En qué se convertiría entonces el movimiento socialista? Pues sencillamente en un grupo de buenos y sacrificados sindicalistas y luchadores sociales, que habrían dejado el campo libre a la educación y propaganda de la ideología de la clase dominante. Lo cual es lo mismo que decir que el socialismo debe desaparecer como una corriente revolucionaria. Y dado que no existe vacío ideológico, ese socialismo solo podría expresar alguna de las ideologías dominantes, burguesas o pequeñoburguesas. Lo cual, a su vez, contribuiría a la desorientación y desmoralización de las luchas y movimientos por las reivindicaciones inmediatas. Con el saldo de que el pretendido “paso adelante” se transformaría en “dos pasos atrás”. Un factor que no es menor a la hora de explicar los mecanismos por los cuales se reproduce la dominación de la clase dominante.
Lo anterior explica por qué la teoría no es un mero adorno en la actividad socialista, sino uno de sus componentes vitales. Esto es, la actividad del socialista es más que la de un buen sindicalista. Un buen sindicalista que defiende el programa “máximo” del reformismo burgués patriótico, es un sindicalista con una ideología burguesa, no es un socialista. Y un periódico de izquierda reducido a un boletín de luchas, sin doctrina, no merece llamarse socialista. El socialismo debe acompañar su actividad práctica reivindicativa –en la que, por supuesto, entra la unidad de acción- con la agitación y propaganda de las ideas más generales sobre el internacionalismo y la crítica a la explotación del capital. Es lo que recomendaba Engels (y luego citaría aprobatoriamente Lenin): la lucha debe desarrollarse “en forma metódica en sus tres direcciones concertadas y relacionadas entre sí: teórica, política y económico-práctica (resistencia a los capitalistas)” (véase el Prólogo a La guerra de campesinos en Alemania).
Lamentablemente, este criterio se ha perdido en la mayoría de los grupos de la izquierda. Por supuesto, de labios para afuera muchos siguen repitiendo aquello de que “sin teoría revolucionaria no hay revolución”. Pero en el fondo, pocos se lo creen. Lo que prima es “lo urgente y práctico”. La perspectiva más general, a lo sumo, la presentan mediante consignas que, para colmo, son imposibles de aplicar en el sistema capitalista. El resultado es la llamativa pobreza teórica que exhiben los representantes del socialismo cuando deben enfrentar a los ideólogos de la burguesía. Tal vez no son del todo conscientes, pero la mayor parte de las veces responden con argumentos tomados del arsenal keynesiano y del nacionalismo estatista (y católico), no del marxismo.

La teoría científica y crítica de Marx parece serles una carga incómoda. De ahí hay un paso (pequeño) a recusar por “academicismo abstracto” cualquier forma de pensamiento que no entre en sus entendederas limitadas a “lo urgente y lo práctico”. Actitud que allana el camino para que los cambios (burgueses) de superficie, dejen intactas las cosas en la profundidad de la sociedad.
Estamos ante una de las cuestiones cruciales que debería ponerse en discusión en el socialismo revolucionario.

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rolandoastarita 24/10/2018
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Publicado el 24 de octubre de 2018

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