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La gente poco a poco se iba concentrando, unos con su bandera nacional, otros, los militantes, los fanáticos, los utilizables, los engañados o como los llama el gobierno “los escuálidos”, se alistaban para la marcha con la bandera del partido y su infaltable gorra.
El comentario se concentraba en que Maduro tiene que salir, su gobierno nos está matando de hambre, no hay comida y cuando se consigue su costo es inaccesible.
La “dirigencia” de los partidos poco a poco también llegaban, saludaban con una amplia sonrisa, un apretón de manos, un beso y hasta un gran abrazo, pues su presencia indicaba que llegaban los héroes y paladines de la democracia, muchos de ellos en el ayer, también recibieron el desprecio de esas protestas que están recibiendo los de hoy.
Pero en medio de todo éste escenario, reinaba solapadamente entre un claro-oscuro de verdad y falsedad, de la duda, de esperanza, de rabia y hasta odio la interrogante: ¿Sera posible que con estas protestas Maduro se vaya?
La marcha se iniciaba, la gente agitaba sus banderas, las consignas eran vociferadas, se animaban unos con otros, lentamente avanzaban, caminaban, sacaban sus botellitas de agua para hidratarse y en sus rostros se notaba la ilusión, el sueño, el espejismo de que lo que estaban haciendo desembocaría en la necesaria salida de Maduro.
Los colegas de la prensa, tomaban sus respectivas fotos, filmaban, entrevistaban y sobre todo se encontraban a la expectativa de lo que podía suceder, pues la experiencia que deja la historia de la protesta contra los malos gobiernos, es la de la represión, donde los de abajo ponen los muertos, heridos, encarcelados y desaparecidos.
De repente llegan los camiones de la llamada Guardia Nacional Bolivariana, con sus escudos y armamento, sus respectivas motocicletas, sus uniformes de guerra para enfrentar “los enemigos de siempre” en el ayer y en el hoy: la protesta popular, protesta popular que a nivel internacional mal pone la acción del gobierno bolivariano. En esos piquetes de la Guardia Nacional Bolivariana se notaba la ausencia de los Generales de ese cuerpo armado, porque General es General.
Frente a las columnas organizadas de la Guardia Nacional, para evitar que la marcha avance, una señora se coloca frente a ellos y se les queda mirando con cara de angustia al mismo tiempo que les dice: por qué nos atropellan –los guardias la miran- y la señora de manera incólume continua diciendo, “sé que la mayoría de ustedes vienen de hogares humildes, en esta protesta muchos de ustedes podrían encontrar a sus padres, abuelos, primos, hermanos, porque lo que está pasando en el país es producto del mal gobierno, esta situación es insoportable y ustedes lo saben, ustedes igual que nosotros sufren también las calamidades que padecemos la inmensa mayoría de los venezolanos, algunos de ustedes no le consiguen la leche a sus bebes, los pañales, la medicina, ni la leche formulada, ustedes saben que vivimos un desastre” - y mientras la señora continuaba con su reflexión en voz alta, sobre sus mejillas se deslizaban lágrimas- pero continuaba con su conversa ya con su voz quebrada por sus emociones y dirigida a los guardias -algunos la miraban y la escuchaban atentamente- de pronto uno de los guardias, quizás el más joven de ellos, rompían con la columna, salió de sus filas y sentándose sobre la acera y su cabeza agachada se soltó a llorar.