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La eficacia del poder no se fundamenta en la simetría. La lógica deductiva no responde a los fenómenos sociales porque vivimos en la era de la incertidumbre y a una causa no la sucede un efecto sino la complejidad como el vector de respuesta a las interrogantes.
La productividad del hacerse obedecer se traduce en alcanzar la sumisión y el conformismo de la manera más corta y abreviada. Por supuesto, el tiempo y el espacio son dimensiones capaces de colorear la coyuntura. Lo importante no es la gente, los seres humanos, sino la permanencia en la estructura de dominio sin soltarla jamás.
Adolfo Hitler hablaba de milenio como medida de duración del Tercer Reich. Chávez decía que la revolución llegó para quedarse y extendía cada vez el tiempo de su mandato. Pero Fidel Castro, al igual que Juan Vicente Gómez y Francisco Franco, fallecieron en la cúspide del Estado, de lo contrario estarían mandando.
Razones del èxito autoritario
Cuando la impronta del autoritarismo se ubica en los genes de la venezolanidad la tarea está cumplida. Esa suerte de inconsciente colectivo o de subjetividad arraigada genera expectativas de coercibilidad. La fuerza es el leitmotiv de la óptica nacional, la rigidez impide salir de las cavernas y apreciar la luz. Con un pueblo así se facilita la durabilidad de la opresión.
Venezuela, desde inicios del pasado siglo, fue una montonera destruida por la guerra de independencia y la guerra federal, desde la severidad del mantuanaje y su visión miope, racista y eurocéntrica del mundo. Caudillos locales sin asomo de la más elemental institucionalidad y dueños del botín entraron en conflicto pero llegó el Benemérito para pacificarlos y los venció. Fueron los prolegómenos del nacimiento de un Estado monstruoso que se vio apuntalado por la bonanza del año 1918 cuando los precios del café y el cacao se dispararon gracias a la hecatombe significada por la primera guerra. Después apareció el excremento del diablo y de nuevo hubo el festín de Baltazar pero fueron episodios efímeros dilapidados por una élite política irresponsable en grado superlativo.
Ulterior al fallecimiento del hombre de La Mulera se produjo una adecuación a tiempos nuevos porque hubo necesidad de un liderazgo no cubierto por sus herederos, Eleazar López Contreras e Isaías Medina Angarita. Les sucedió una alianza diabólica de un partido de raigambre popular, Acción Democrática, con militares fascistas cuya resultante fue el golpe de Estado en el año 1945. Esa coalición permitió a una organización política iniciática sembrarse, durante el trienio de gobierno, en el alma nacional.
El contubernio fue breve y en 1948 los administradores de la violencia del Estado decidieron apropiarse totalmente de Miraflores y comenzó un período oscuro conocido como el perezjimenismo cuyos añorantes tienen nostalgia de su línea desarrollista matizando un régimen cruel y sanguinario.
Marcos Pérez Jiménez es depuesto por la división castrense que ocasionó la huída del dictador ante la desobediencia in crescendo de los altos mandos. Prefirió abandonar el país y vivir un exilio dorado antes que entrar en combate con la rebelión ineluctable de los generales.
La fragilidad del puntofijismo
La democracia representativa venezolana fue un proyecto de gobernanza fundamentado en cinco factores de poder y a partir de allí estatuir un modelo de gobierno estable para demostrarle a Washington, en plena guerra fría, que un esquema civil servía, no tan solo los uniformados garantizaban seguridad en la pugna Este-Oeste. No en balde fue diseñado en Nueva York e incluía en su estructura a las fuerzas armadas como un agente relevante. El dominio de la sociedad se elaboraba desde arriba, consultando a la pentarquía dominante y no a la gente, con una legitimidad otorgada por los eventos comiciales preconcebidos desde las alturas.
Nació en el contexto de una crisis económica continuada desde el gobierno dictatorial el cual no pudo resolver. Las tesis insurreccionalistas promovidas por los adecos fueron derrotadas como lo evidenció el asesinato de Leonardo Ruiz Pineda, la represión sostenida por el aparato del Estado, la Seguridad Nacional, y la prisión y muerte de muchos resistentes a la dictadura.
La caída del general de Michelena tuvo la particularidad de amalgamar a todo el cuadro político organizado en torno al cartabón naciente. Episodios como el “hombre de la chaqueta negra”, Diógenes Caballero, en el complejo urbanístico denominado 23 de enero, fue significativo. Este movilizador popular fue aplastado literalmente por todos los partidos impidiendo el desarrollo de un liderazgo auténtico. Asimismo, el llamado del Partido Comunista a aplacar los ánimos en aras de salvaguardar el modelo representativo, fue una muestra de la conducta conciliadora de unos marxistas aplicadores del esquema bolchevique: hay que agotar la democracia burguesa como lo hicieron con Kerenski antes de la toma del Palacio de Invierno.
El caudillo guatireño tenía una tarea ciclópea ante sí. Debía domesticar a unas fuerzas armadas imbuidas de la mentalidad putchista y un acontecimiento le vino como anillo al dedo. Fue la insurrección de izquierda, trasplantada mecánicamente por unas organizaciones sin ideas apenas con iniciativas emocionales de emular la bajada de los barbudos de la Sierra Maestra.
La derrota de las guerrillas le permitió a Betancourt que los militares cerraran filas alrededor de su figura. No podemos olvidar que los uniformados fueron formados en la Escuela de las Américas, donde los enseñaron a matar, torturar y desaparecer. El macartismo visceral del creador del Plan de Barranquilla era propio de los conversos y al poseer el apoyo de los milicos se estabilizó a pesar de valer muy poco el barril en una economía rentista y monoproductora.
La guerra del Yom kippur en 1973 vino en auxilio de un modelo político endeble y al multiplicarse considerablemente el precio del crudo Venezuela se vio indigestada financieramente. Ese incremento exacerbado dio oxígeno a una gobernabilidad sin fundamento institucional. Fue despilfarrada la bonanza, como ante los hizo Gómez con las del café-cacao y petróleo, pero la guerra de Irak e Irán premió al desastroso período de Luis Herrera Campins. Esas oscilaciones, en este caso a la alza, del valor de los hidrocarburos concedió al modelo puntofijista la tranquilidad no alcanzada en los gobiernos del cono sur quienes se vieron cundidos por crueles dictaduras.
Sin embargo, la incapacidad de manejar la renta petrolera definió el desplome de la alianza adeco-copeyana. El viernes negro de 1983, la insurrección social del caracazo en 1989 y las fallidas asonadas del año 1992, expresaron la ineptitud del populismo y se vino a pique. Despilfarraron dos excedentes financieros de la manera más irresponsable, construyeron una estructura de corrupción y el nivel de vida de los venezolanos decayó. Solo la ilusión de unas entradas excedentarias permitió matizar una ilusión de progreso, insostenible en el tiempo porque no había educación, inversión ni sentido de la historia. La docencia fue mal pagada y se abrió la inclusión pero orientada hacia profesiones no prioritarias como abogados, psicólogos, administradores y contadores.
El proyecto iniciado a la caída de la dictadura perezjimenista demostró su ineficacia y dejó el terreno abonado para cualquier aventura. Se parecía al fracaso de la socialdemocracia alemana con la República de Weimar, terminada en una hiperinflación, una de las causales del advenimiento del nazismo en Alemania. La frustración de la coalición populista venezolana devino en el rescate de uno de los valores venezolanos, el culto al militar.
El militarismo como tabla de salvación
Descompuesto el clientelismo los factores de poder sacrifican a C.A. Pérez a quien lanzan al ostracismo y escogen a un caudillo castrense pésimo conspirador como símbolo de la salvación nacional y lo ungieron como el nuevo gestor de la dominación. Se reivindica la naturaleza bonapartista del modelo político nacional encabezado por un mesías acompañado de uniformados que forman la vanguardia de la nación.
El proyecto instaurado es totalitario pero al menos comenzando fue atenuado por dos razones: el carisma del presidente capaz de encantar serpientes y luego la bonanza petrolera que le dio posibilidad de resolver los conflictos sociales con dinero. Estas dos circunstancias le dieron una amplia capacidad de maniobra.
No obstante, el mundo se vino abajo porque el presidente falleció y el precio del crudo jugó a la baja. El chavismo, al igual que el puntofijismo, fue incapaz de alterar el esquema rentista instalado en la mente del Estado desde que el petróleo comenzó a ser el eje de la economía. La cultura de la enfermedad holandesa se afincó con la experiencia castrense. El mito de Pérez de hablar de la “gran Venezuela” así como el de Chávez de poseer las reservas petroleras más altas del mundo, apuntalaron toda una mentalidad falsa y prepotente. Los rigores del nacionalismo, del patrioterismo y de la “Venezuela potencia”, están presentes como escudos para distraer a las mayorías.
La probabilidad de eternizar la dictadura chavomadurista reside en varios factores: 1. Unas fuerzas armadas dueñas del poder lo cual permite que no haya sentido de cambio porque hay un espíritu de cuerpo, bien consolidado en Venezuela desde la creación del ejército por parte de Juan Vicente Gómez; 2. Un pueblo domesticado, intimidado y hambriento, ocupado sólo de conseguir comida; 3. La ausencia de organización social organizada con gremios, sindicatos y vecinos venidos a menos; 4. El apoyo internacional recibido por los enviados de Obama y el Vaticano; 5. El lobby a su favor de las transnacionales energéticas y mineras favorecidas por las directrices gubernamentales; 6. Una oposición maniobrera, vacilante, sin piso social pendiente de futuras elecciones y negociando permanentemente con Maduro; 7. Una organización estatal de terror, militar, paramilitar y policial, constituida por los guaridas nacionales, las policías, los delincuentes, los pranes y los mal llamados colectivos; 8. La dependencia de la población del Estado para obtener los escasos alimentos, medicinas, trabajo y viviendas, convirtiendo a la gente en parásitos; 9. Los poderes formales, excepto la Asamblea Nacional, están asociados para respaldar al régimen; 10. La asesoría cubana en materia de seguridad, represión y disciplina de la gente es inconmensurable con su amplia experiencia en esos menesteres desde la guerra fría y el exitoso en esta materia como es el nieto de la Gestapo, el G-2.
Mirada hacia adelante
La coyuntura vivida por Venezuela es deprimente. El país impregnado de hambre, necesidad, carestía, hiperinflación, escasez, recesión desabastecimiento y desmoralización, marcha hacia el precipicio y sin embargo, hay una estabilidad expresada en la poca resistencia organizada y una paz social relativa. Mientras tanto, el lumpen es quien dirige el Estado. La élite más incapacitada e inmoral ocupa la cúpula gubernamental.
Asimismo, el empleo del Tribunal Supremo de Justicia para asfixiar a la Asamblea Nacional ha sido intermitente. La última sentencia de la Sala Constitucional deroga la inmunidad parlamentaria y destina a esa sección del alto tribunal las atribuciones del órgano legislativo nacional, en una suerte de autogolpe que nos hacer recordar a Juan María Bordaberry en Uruguay y Alberto Fujimori en Perú.
Hay cierta presión internacional sobre Venezuela, específicamente en la O.E.A., para aplicar la Carta Democrática pero es harto difícil su ejercicio por la diversidad de opiniones. Incluso, Estados Unidos ya ha manifestado su desacuerdo para llevarla a efecto. A todo evento puede el gobierno nacional retirarse del sistema interamericano como hace décadas lo hizo Cuba. Sería un aislamiento y se elevaría el riesgo país para incrementar los intereses de la ingente deuda externa pero es el costo para no soltar el poder. La cúpula del gobierno nacional no va a elecciones por la seguridad de perderlas y para lograr el impedimento provocaría hasta incidentes fronterizos o cualquier otro subterfugio para invocar un estado de conmoción nacional y continuar gobernando a la fuerza.
Cuál será el desenlace de la crisis. Es una pregunta sin respuesta inmediata pero pudiese imaginarse escenarios para una aproximación. Una primera hipótesis sería una negociación, destinada como hasta ahora algo infructuoso porque el gobierno gana tiempo. Otra es la insurgencia social por tantas calamidades que se sofocaría a sangre y fuego como el caracazo (más de 3 mil muertos según organismos internacionales) pero sería un motivo para sentarse a dialogar por el impacto de tal hecho. También podría pensarse en un desenlace fuera del guión, vale decir, la emergencia de una fuerza alterna apta de conducir la voluntad popular. Empero, es la menos probable por la destrucción del movimiento social.
En síntesis, estamos en presencia de un laberinto con pocas perspectivas de resolverlo. En el peor de los casos una transacción con la élite gobernante sería un arreglo donde se impondría la impunidad y la conservación del establecimiento como sucedió con Pinochet en Chile cuando aceptó el referéndum pero impuso unas condiciones terribles que todavía perduran en el país austral. También puede darse una eternización de la dictadura como lo han alcanzado Cuba, Kazajistán, Myanmar y Zimbaue. Además de esta opción está la de un Cisne Negro rompiendo todos los esquemas mediante un acontecimiento de tal contundencia no previsto que dé al traste con todo. Apostamos por la teoría de Nassim Nicholas Taleb para incursionar en el terreno de las respuestas completas ante la inmensa crisis padecida por Venezuela.