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El reventón del Barroso II. Foto redes sociales PDVSA
Hace 100 años se dio “El Reventón” del pozo Barroso 2, arrojando más de un millón de barriles de petróleo al ambiente, provocando un desastre ambiental de grandes magnitudes. Pero el desastre pasó por alto, ni siquiera hoy se habla del mismo, lo que sí se hizo noticia, lo que se comenta hoy, lo que más se conmemora en el centenario, es que el evento demostró que Venezuela poseía cantidades ingentes de petróleo.
Si, a partir de ese 14 de diciembre de 1922 se inaugura lo que llamamos “La Venezuela Petrolera”. A partir de este momento el país comenzó una profunda transformación socio-económica y cultural que lo haría irreconocible. En Barroso II confluyen los dos grandes mitos nacionales, el de la modernidad, motor fundacional de la república, y otro más viejo; el Dorado, localizado en aquella laguna misteriosa Manoa. Si, Manoa existía, no oculta por las insondables selvas amazónicas, sino debajo de nuestros pies. Manoa era negra, aceitosa, flotábamos sobre ella, sobre el oro negro; Venezuela toda era El Dorado, esa mítica ciudad de riquezas infinitas que los conquistadores no pudieron encontrar, les faltaron cabrías, taladros y balancines.
Con Manoa al descubierto volvimos a creer, como creíamos en 1810 y 1830, que la modernidad estaba a la vuelta de la esquina. Ahora si formaremos parte de ese selecto club de naciones civilizadas, modernas, abiertas a lo último de la tecnología y prósperas. Ya no seríamos un país de fachadas, que ilusos, ahora sí seríamos auténticamente modernos y refinados. En el campo las mesnadas precarizadas se pudieron liberar de los amos de la tierra, ahora podían trabajar por unos 4 bolívares más al día en un pozo petrolero, cocinarles a los empleados de las fábricas. Los brazos se independizaron de la tierra y los terratenientes, nos proletarizamos. La democracia, inevitable consecuencia en este proceso, empezó a pujar por su espacio en la política; no podemos ser modernos y no ser democráticos. Barbarie militar contra civilización civilista, gritaron los demócratas, devenidos en socialdemócratas y democristianos muy prontamente.
Banderas rojas, amarillas, azules, blancas y negras comenzaron a ondear; es que la aristocracia rentista, esa que vivía de la tierra ha perdido el poder; lo concentran los militares profesionales formados a la sombra de la primera petrodictadura del país, esa que no supo amoldarse a los cambios que desencadenó el petróleo. Ahora vienen regímenes más abiertos, más liberales; el Estado crece, ahora podemos construir carreteras, echar gasolina a los ríos para matar mosquitos y evitar el paludismo, que no; más eficiente el cancerígeno DDT. Ahora los pueblitos se convierten en ciudades, y otras nacen de la nada. Pero seguimos siendo los mismos, los fantoches que fantasean con Europa y ahora Nueva York, San Francisco o Miami. Queremos ahora ser todos rentistas, la torta se debe picar para todos los sectores del país, para cualquier ciudadano; Rómulo grita, renta para todos, Adriani dice que mejor sembrar el petróleo, nadie le escucha hasta que Uslar lo vuelve su mantra.
Ramón Díaz Sánchez, Miguel Henrique Otero, Pérez Alfonzo, Aquiles Nazoa, Rodolfo Quintero; van retratando a esa sociedad que pugna por ser, pero nunca llegó a ser. Llega la democracia tras intensas luchas, muertes y sufrimientos. Pacto entre élites, la renta se reparte entre todos equitativamente, y le damos un poco a la gente para saciar sus esperanzas. La renta ha permitido al Estado imponerse a sangre y fuego, ahora permite un acuerdo entre las fuerzas vivas de gobernabilidad y tranquilidad; los fuegos que sacudieron al siglo pasado no volverán, creemos ingenuamente.
Al poco tiempo, intentando sembrar el petróleo, intentando modernizarnos; alguien muy avisado nos advierte, la cosa no va por allí. La modernización a cemento fracasó, el reparto de la renta entumece las fuerzas productivas del país; la modernización a petrodólares, en educación y pocetas, ayuda, pero tampoco se traducirá en los resultados deseados. Es que nos quedamos a medio camino de ser desarrollados, no terminamos de llegar. Estamos despilfarrando el dinero, quemando un recurso irrecuperable y ahogando el país en dinero a la vez que matamos toda posibilidad de volver productiva a la sociedad. Que importa, ese profeta del desastre es un resentido, ya no es ministro, no es presidente ni de la OPEP ni del país, debe ser como Uslar, sangrando por su herida.
Lo que nadie advierte, salvo unos pocos locos hippies, es que estamos destruyendo el lago de agua dulce más grande del continente sudamericano. Estamos acabando con ríos, pero, además, somos el pilar de un estilo de vida que en unas pocas décadas nos llevará al colapso climático, si ese mismo que estamos viviendo ya. Pero qué importa, mira cómo construimos autopistas, hospitales, escuelas, casas con poceta; el sacrificio lo vale. Habrá que evaluar si lo vale. El Estado es más fuerte que nunca, los partidos su expresión más viva; ambos se meten en todo, hasta en lo que comemos, controlan todo, participan en todo; ya no hay iniciativa popular que no esté mediatizada por los partidos y el Estado. Los dólares lo compran todo, hasta mercados en Miami para la gente “trabajadora y de bien”. ¿Quién no quiere ir a vivir a la ciudad? Allí se consigue trabajo, casa, carro; si no, te construyes tu casa con los bloques y el zinc, que eso lo paga el petróleo.
Y nos nacionalizamos, ahora el Petróleo es Nuestro, en medio de un boom, que ahora si seremos potencia, digo del primer mundo; lo de potencia es más adelante. Consumir, consumir, si hay dinero hasta para tirar al techo; el país tarjeta de crédito, deuda y construcción, deuda y consumo, deuda y gasto. El que no tenga trabajo, vamos a meterlo en un ascensor o a cuidar la puerta de una oficina dentro de un edificio, es que el petróleo da para todo, hasta para la inflación. Y la producción, no se preocupen, que el petróleo da para eso, créditos baratos, al campo y la industria; pero también vamos a ser una Gran Venezuela; vamos a construir grandes centros de producción que serán la envidia del mundo. De hacer mercado, de formar el personal, de garantizar su crecimiento, de eso se encargará el petróleo también.
Pero que va, tan rápido como soñamos, viene el alba y nos despierta; se acabó el embargo y el petróleo se hace barato ¿ahora? Si, podemos seguir viviendo, si, ganamos más que lo que hubiesen soñado en aquel 1922; pero estamos endeudados como nunca, acostumbrados a lujos y despilfarro, vemos una vida cómoda como pobreza. Pobreza, en este país no hay pobres, las calles son de oro; que no veas para esos cerros, esos son espejismos del maligno, esos pobres no existen, no hablan, no tiene voz. Pero que, “esto no es correcto” dicen ahora, en medio de una campaña política; si tienen voz, si hablan, si hay pobres. Cómo hacemos ahora, ya no hay dinero, tenemos que pagar las deudas, viene la escasez, la inflación no cesa; pero lo peor, no producimos nada, hace falta dinero del petróleo para que las fábricas produzcan.
Que viene el gocho de nuevo, dicen tras amargos años de carestía; ahora se vuelve a poner buena la cosa. Pero no, ajustarse el cinturón dice el muy pillo, luego de ganar las elecciones; luego de cambiar sus bolívares por dólares baratos, elimina el RECADI, ese antiguo CADIVI que se le parece igualito. Los pobres, los invisibles, los inexistentes; estallan indignados, que se vaya el gocho, pero no se va; los muertos cubren las calles, las madres lloran sus hijos. Salvamos la democracia dicen; mientras pactan empresarios y Estado como se reparten las migajas que ahora deja el cada vez más depreciado petróleo.
Pero el reparto ya no da para todos, la inconformidad crece; aquellos que cedieron el poder por una administración “más civilizada” y un reparto “más democrático” se alzan, quien volverá a gobernar. Un comandante llanero los dirige, promete que volveremos a esos años dorados cuando creíamos que seríamos modernos, que ahora si se va a repartir como es. ¿Qué es lo que va a repartir? Nadie sabe, lo importante es que va a repartir y las cosas serán como antes.
Vuelven los militares, ya no como antes, a punta de plomo y sangre; ahora se candidatean, prometen y mienten, como los demás políticos, pero dicen no ser políticos. La realidad es dura, no hay que repartir; pero no importa, seguro esto es culpa de esos directivos que se quedan todo con sus sueldos inflados; pero tampoco dan para todos, es que ya somos 25 millones, no 5 como antes; hay que buscar dinero. Tomemos control de la gallina de los huevos de oro, hay que exprimirla; y que suerte, otro boom, el Medio Oriente siempre al rescate en los momentos más oportunos. Ahora sí hay dinero para todos, volvemos a creernos, ahora si seremos Venezuela Potencia, el Socialismo si se puede construir en Latinoamérica, el petróleo da para todo, lo de antes fue solo un traspiés.
Otra vez los sueños de grandeza, ferrocarriles, grandes industrias, liderazgo geopolítico, hasta para regalar el petróleo, vamos a convertirnos en el gran productor mundial. La naturaleza, nadie pregunta por ella; que importa, otra vez esos locos hippies advirtiendo un caos que no vemos venir, profetas del desastre. Aquí hay dinero para todos y todo, cualquier sueño loco que alguien tenga es excusa para ejecutar presupuestos, licitaciones infladas, agarre usted, me deja a mí y un poquito para el proyecto, si no alcanza, pedimos más y más, así se tarde años en hacerse, mejor, años pidiendo y sacando. La repartija y rapiña campean, parece que se sabe que la abundancia es corta, mejor agarrar cuanto se pueda en cuanto menos tiempo, que las carreteras no crecen, no importa, más dinero; que los edificios no crecen, tampoco, más dinero, dinero, dinero, dinero; todo lo que importa es dinero.
Se murió el hombre, el invicto le dicen, o galáctico otros; hasta se gastaron en crear una plataforma de lanzamiento espacial que nunca fue. Que oportuna muerte, se acabó el boom, ya no hay más dinero, otra vez. Pero ahora, la cobranza es inclemente, en todo el mundo hay crisis, nadie da plazos, hay que pagar las deudas; las miles de tarjetas de crédito, no podemos seguir teniendo el estilo de vida. ¿Qué producimos en el país? Nada, ni siquiera la comida alcanza; tendremos que irnos, muchos abandonan.
Pero esperen, ya el comandante había dicho donde podríamos conseguir dinero, hay otro dorado, uno amarillo, que brilla, que tiene no sólo oro y diamantes, hay bauxita, coltán y otros metales. El Arco Minero del Orinoco, El Dorado sigue vivo, solo hay que tumbar unos árboles y ya, desplazar unos bichos que andan allí sin camisa, sin carros, sin edificios, que se han negado a modernizarse, ahora no nos dejan prosperar. Pero qué pasa, también ha llegado la calamidad que los locos advertían, ahora todos le advierten, todos la ven; ya la sufrimos, pero no es tan grave, todavía. ¿Es que falta más? Si, viene progresivamente, va aumentando conforme van cambiando las condiciones, un proceso gradual y que es difícil de ver, hasta que golpea. La riqueza debe ser rápida, súbita y fácil de obtener, producir, eso es para nerds.
El socialismo nos salvará, aquí somos verdes; esas talas son falsas, esas fotos no existen, el satélite está malo; nada de eso es verdad. Venezuela nunca contaminó nada, aquí no quemamos petróleo y gas, no hay mechurrios, no vendemos más ese alquitrán feo. Somos potencia ecológica y minera, porque nuestras minas son ecosocialistas y sustentables. Ucrania y Rusia en guerra, vendrá otra era dorada para la Manoa negra del subsuelo; veremos. Nuestro ciclo continuo ¿lograremos romperlo?.