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Maria Corina Machado, mentora del candidato de la derecha patronal, viene diciendo en sus intervenciones públicas en el marco de la campaña electoral que el próximo 28 de julio se decretará el fin del socialismo, “nunca más”, dijo en alguna ocasión.
Pero nos preguntamos: ¿cómo se puede decretar el fin de algo que nunca ha existido?
Esta campaña se emparenta con lo que otros dirigentes de la ultraderecha vienen diciendo en el mundo, estigmatizando al socialismo, tildando de socialista a todos sus rivales políticos, aprovechando el desastre de los llamados gobiernos de centroizquierda, “progresistas” o de partidos “socialistas” o socialdemócratas en Europa.
En Venezuela el chavismo generó una gran confusión hablando de un supuesto socialismo bolivariano o socialismo del siglo XXI. En realidad en Venezuela nunca ha habido socialismo. Ni antes con Chávez ni mucho menos ahora con Maduro. Como tampoco lo hay o lo hubo en la Nicaragua de Ortega, en el Brasil de Lula, o antes en la Bolivia de Evo Morales o el Ecuador de Correa. Todos son o fueron gobiernos capitalistas que siguieron aplicando ajustes contra sus pueblos, adornados con discursos falsamente populares.
En nuestro país siguen haciendo negocios grandes empresas transnacionales de telecomunicaciones, petroleras como Chevron, Repsol, Total, que participan en empresas mixtas junto a Pdvsa. Lo mismo sucede en el sector bancario donde grupos como el Bilbao Vizcaya tienen presencia en el país. Como se puede ver el capitalismo en Venezuela goza de buena salud.
El socialismo supone que los principales sectores económicos, como el petrolero, las empresas básicas, la eléctrica, y los grandes grupos económicos nacionales, pasen al Estado con el control democrático de los trabajadores, profesionales y técnicos de las industrias. Que el Estado tenga el control del comercio exterior, que se nacionalicen los recursos no renovables, que se deje de pagar las ilegítimas deudas externas, que se confisquen los bienes de los corruptos, y con todas esas riquezas planificar la economía en función de las necesidades populares y no del lucro de grupos económicos, estableciendo un Plan Obrero y Popular para comenzar a resolver las más urgentes necesidades populares, con salarios y jubilaciones dignas, trabajo para todas y todos, servicios públicos de calidad, salud, educación y vivienda.
Ninguna de estas medidas se ha puesto en práctica, por el contrario, el actual gobierno desde hace una década viene aplicando en acuerdo con Fedecámaras y la complacencia de la burocracia sindical, un duro ajuste capitalista que somete al pueblo trabajador a salarios de hambre, mientras reduce el gasto social, lo cual junto a la corrupción rampante, explica el deterioro de los servicios públicos. Tiene más de dos años sin aumentar el salario, ha pagado puntualmente la deuda externa, entrega a un consorcio de la India las empresas básicas, y criminaliza la protesta para disuadir la movilización obrera y popular.
En Venezuela no fracasó el socialismo porque nunca lo hubo. Lo que fracasó fue el proyecto reformista de gobernar en acuerdo con sectores patronales, estableciendo empresas mixtas con empresarios. Hoy estamos pagando las consecuencias de no haber avanzado al socialismo cuando hubo posibilidades reales de hacerlo.
Por eso decimos que ni el gobierno de falso socialismo de Maduro ni el candidato de la oposición burguesa y proimperialista son alternativa para el pueblo trabajador venezolano, de allí que el PSL en las próximas elecciones llamará a votar nulo.